Construcción de las noticias vinculadas a las problemáticas de género: procesos productivos y prácticas periodísticas
Construction of news related to gender issues: production processes and journalistic practices
María Soledad GarcíaEn los estudios sobre representaciones mediáticas, el análisis sobre el proceso de producción suele ser omitido. Es decir, generalmente se pone el acento en la construcción de la noticia desde el punto de vista discursivo y se deja de lado lo que comúnmente se conoce como “cocina periodística” o “cocina de la información”. La mayoría de los trabajos sobre comunicación de masas ignora la producción, a pesar de que se trata de un factor determinante en tanto da cuenta de decisiones previas, acciones, negociaciones e ideologías subyacentes.
Ello lo observamos en diversos temas y también en aquellos vinculados a los medios y violencia contra las mujeres, problemática que nos ocupa en esta investigación. Así, a partir de un estudio de caso -el femicidio de Andrea López en la provincia de La Pampa- nos proponemos analizar las prácticas periodísticas y el proceso de producción informativa, identificando directivas, decisiones y acciones de los comunicadores involucrados en la construcción de la noticia. Ello nos permitirá adentrarnos en los debates, discusiones, consensos y disensos que tuvieron lugar en cada medio de comunicación. En este caso, La Arena y El Diario de La Pampa.
La desaparición de Andrea López constituye un hecho paradigmático para la región, cuyos alcances repercutieron en la comunidad y trascendieron a medios nacionales como Télam, Clarín, La Nación y Página 12. De allí la relevancia de abordar este hecho para indagar las prácticas mediáticas.
Como señala Aníbal Ford (1999), “nos interesa el estudio del caso, no sólo en sus características estructurales fundamentalmente narrativas, sino también por su utilización como ingreso o en reemplazo de la información y la argumentación en los temas de interés público” (p. 248).
En lo que respecta al caso pampeano, es necesario realizar algunas consideraciones antes de avanzar.
La joven Andrea López, que contaba con 24 años al momento de su desaparición el 10 de febrero de 2004, era pareja del reconocido boxeador Víctor Purreta, con quien tenía un hijo de cuatro. Con el correr de los días, se conoció que el pugilista la obligaba a ser prostituida y ejercía violencia sobre ella. El tema ingresó rápidamente en la agenda mediática, principalmente porque Purreta era una figura de renombre en el deporte regional.
El 27 de abril de 2004 Purreta fue detenido por “facilitación de la prostitución”, causa por la que fue condenado en 2005 a cinco años de prisión. Dos años más tarde salió en libertad condicional, aunque fue detenido nuevamente tras protagonizar hechos de violencia contra sus nuevas parejas.
En septiembre de 2011 se realizó una Cámara Gesell a C., el hijo de López y Purreta, quien ya tenía 12 años. Se conoció con posterioridad que el menor acusó a su padre de golpear y ahorcar a su madre. Finalmente, en octubre de 2014, el boxeador fue condenado a 18 años de prisión por la muerte de Andrea López. El cuerpo de la joven nunca apareció.
Las representaciones de la desaparición, primero, y del femicidio, después, fue producto del accionar de periodistas y medios masivos, pero también de otros actores sociales. Por ello, y con el fin de conocer en profundidad dicho proceso, realizamos una serie de entrevistas a informantes clave que permitirán avanzar sobre este aspecto. Dicho proceso será explicitado en el apartado: “Metodología”.
Por otra parte, es menester tener en cuenta que los análisis de la construcción discursiva en los medios de comunicación se insertan en un sistema productivo y son resultado de un proceso de tres fases: producción, circulación y consumo (Alsina, 2005). En relación a ello, Teun Van Dijk (1990), sostiene que es necesario abordar las noticias como una forma del discurso público, en tanto destaca la relevancia de un análisis estructural explícito de los informes periodísticos. Considera vital, asimismo, atender “los procesos de producción de la noticia por parte de los periodistas y a la comprensión de las noticias por parte de los lectores, en términos de las cogniciones sociales de todos los que participan en el hecho de la noticia” (p. 9). De este modo, sus estructuras pueden relacionarse de manera abierta con las prácticas sociales y con las ideologías de producción, e indirectamente con el contexto institucional y macrosociológico de los medios periodísticos.
Históricamente, los medios de comunicación han sido actores destacados en la lucha por la construcción de sentido. Por ello, es imprescindible profundizar los conocimientos sobre quienes tienen la responsabilidad como formadores de opinión pública, teniendo en cuenta sus perfiles profesionales, las prácticas laborales y las relaciones de género que se establecen (Rovetto y Figueroa, 2015).
Abordar las rutinas propias de la labor periodística supone examinar “la incidencia del contexto sociocultural en las experiencias y en las prácticas de los profesionales, así como en la construcción de contenidos informativos que generan diariamente” (Rovetto y Figueroa, 2015, p. 498).
En ese sentido, es de utilidad el concepto de cultura periodística, analizado por diversos autores –entre ellos Mauro Wolf (1991) en referencia a las directrices, actitudes, ideologías, valores y prácticas en el proceso productivo. Sobre este punto, Luchessi y Martini (2004) entienden que las rutinas mediáticas se construyen a partir de lógicas determinadas y son funcionales a las características y propósitos de cada empresa u organización periodística.
Dichas rutinas son las que examinaremos en este artículo, para determinar de qué modo influyen en la construcción mediática de la violencia de género y femicidios, especialmente en el caso Andrea López.
En relación a los trabajos que han indagado en las prácticas productivas de las y los comunicadores, cabe rescatar la denominada “Sociología de los emisores”, abordaje teórico desarrollado por Mauro Wolf (1991), así como otras perspectivas macro y micro-sociológicas como el enfoque del newsmaking (construcción de la noticia). Algunos autores como César Arrueta (2010) señalan, sin embargo, que en Argentina y América Latina, este tipo de estudios no ha alcanzado grandes avances.
Los antecedentes recogidos por Luchessi y Martini (2004) hacen referencia a métodos cuantitativos y cualitativos en el estudio de las “condiciones de producción, la selección (gatekeeping) y la construcción de la noticia (newsmaking), en interacción con las políticas institucionales, los conflictos entre el gerenciamiento de los medios, la práctica concreta y las nuevas estructuras sociales” (p. 203). Entre ellos, podemos mencionar el análisis etnográfico, los estudios del discurso, estudios de la cultura, antropología y otros. Las investigadoras coinciden en que la tendencia actual prioriza los estudios del proceso de recepción sobre los de la emisión.
En Argentina no es sencillo efectuar un diagnóstico de la cultura periodística, principalmente por la escasez de datos estadísticos y ausencia de tradición investigativa en este ámbito (Amado Suárez, 2012). Esta insuficiencia de estudios sistemáticos es mayor si pensamos las rutinas informativas en relación con la variable de género (Rovetto y Figueroa, 2015).
A modo de hacer una breve reseña de los antecedentes, a continuación nos adentraremos en las investigaciones que sí han abordado la construcción de la noticia desde la perspectiva de la producción.
En el ámbito internacional, resulta de utilidad hacer mención a los aportes de Hans Stange Marcus y Claudio Salinas Muñoz (2009). Los autores examinaron el rol e influencia de las prácticas y rutinas profesionales en la prensa chilena de los últimos treinta años. En relación a ello, sostienen que las prácticas periodísticas deben ser entendidas en función de sus condiciones sociales, políticas e históricas.
El discurso periodístico no es autónomo –no constituye un texto cerrado– sino que comporta en sí las marcas de las condiciones sociales en las que fue producido. Estas condiciones lo son también de la rutina, por lo que en las huellas de ésta en el discurso han de atisbarse también aquellas marcas. Analíticamente, esto implicaría entrecruzar y correlacionar las características de las operaciones inscritas en el discurso con los factores materiales que participan en el proceso de producción, entre los cuales se incluye desde la innovación tecnológica hasta las condiciones laborales (Stange Marcus y Salina Muñoz, 2009, p. 37).
Por otra parte, en el ámbito nacional, cabe referirnos a la investigación que llevaron a cabo Stella Martini y Lila Luchessi (2004), quienes indagaron en el campo de la producción de la noticia a partir de un proceso etnográfico. Los datos se recabaron a partir de 45 entrevistas a comunicadores y observación no participante en diferentes medios de la ciudad de Buenos Aires. Según las autoras, la comunicación masiva, que se desarrolla en función de lógicas complejas y cierta visión de la realidad, es organizada a partir de prácticas rutinarias que permiten sistematizar la producción.
Por su parte, Rovetto y Figueroa (2015) examinaron los antecedentes específicamente referidos a la participación de las mujeres en la construcción informativa. En ese sentido, retoman aquellos que, en primera instancia, “se orientaron a evaluar la construcción de la diferencia sexual, la identidad femenina y el sesgo de los estereotipos de género en la reproducción de la ideología dominante” (p. 496). Posteriormente, mencionan los estudios que focalizaron en la identidad profesional de mujeres y hombres, los condicionantes de género al momento de distribuir el trabajo en las redacciones y los modos de segregación vertical y horizontal.
En otro trabajo, Rovetto (2010) expone las “rutinas androcéntricas presentes en la construcción de la información” (p. 44). Si bien la autora refiere al tratamiento “que dan los periódicos al trabajo de las mujeres y su participación en la construcción de la actualidad informativa” (p. 44), su investigación permite indagar el proceso de producción mediática.
Con el fin de analizar la llamada cocina periodística, tendremos en cuenta los criterios de selección de la información y gatekeeping,1 elección de las fuentes, debates, discusiones y consensos en la elaboración del producto mediático.
El desarrollo analítico de este trabajo se centra en el abordaje de 12 (doce) entrevistas semiestructuradas realizadas a informantes vinculados/as a la comunicación en el territorio pampeano. En primera instancia, ello nos permitió conocer las ideas subyacentes en La Arena y El Diario de La Pampa en torno a la violencia de género y femicidios. En un sentido más específico, resultó de utilidad para reconstruir las rutinas y el proceso productivo del caso Andrea López.
Las y los sujetos de estudio (que aparecerán con una numeración del 1 al 12) fueron comunicadores, editores, representantes de organizaciones de mujeres vinculadas a los medios e integrantes del Sindicato de Prensa (Sipren), que en algún momento entre 2004 y 2014 tuvieron vínculo directo con el caso.
Tras la selección de las unidades de análisis, indagamos en las prácticas específicas referidas, entre otros puntos, a: interés propio en el tema, relevamiento de la información, selección de informantes, proceso de producción y debates previos a las publicaciones que tuvieron lugar en cada medio de comunicación elegido (El Diario de La Pampa y La Arena, de Santa Rosa).
1Gatekeeping hace referencia a las barreras o al proceso de filtrado de información. Los editores son responsables del gatekeeping de las empresas mediáticas, los que seleccionan los acontecimientos que son noticiables y la relevancia y espacio que adquirirá en las páginas que lleguen al lector. Los gatekeepers tienen la facultad de decidir si dejan pasar e incluyen una información o la desechan.
Es necesario reconocer que hombres y mujeres participan de manera diferenciada en la organización de las labores periodísticas y la producción de los mensajes (Rovetto, 2013). Ello obedece a que “sus roles sociales no han sido ni son los mismos frente a temas como la violencia de género, la carencia del reconocimiento de los derechos reproductivos, la emergencia de la diversidad sexual, la visibilización del trabajo doméstico, entre otros” (Rovetto, 2013, p. 96). Tomaremos esta premisa como referencia para analizar la prensa local.
Sobre los medios escogidos para realizar esta investigación, La Arena y El Diario de La Pampa, su elección radica en que son los dos matutinos impresos con mayor tirada e incidencia en la capital pampeana.
Ello se observa principalmente en La Arena, fundado en 1933, cuya tirada supera los 11 mil ejemplares de lunes a sábado y 16 mil los domingos. La Arena, tuvo una fuerte impronta socialista en sus comienzos de la mano de su creador: Raúl Isidoro D’Atri. Este medio se autodenomina como independiente y con un “fuerte espíritu progresista” (La Arena, 2008, p. 29). Sin embargo, en temas más sensibles como el debate por el debate no punible ha presentado un enfoque más bien conservador.
En tanto, el Diario de La Pampa fue fundado el 3 de mayo de 1992 por Antonio Nemesio. Su tirada es de 10 mil ejemplares por día y llega a diversas localidades de la región. Este medio gráfico siempre se ha autodenominado como respetuoso de la libertad de expresión y ha sido un poco más receptivo a las temáticas de género y cuestiones de derechos humanos en general.
Si tomamos como parámetros los matutinos nacionales, observamos algunas diferencias con sus pares locales, principalmente en su estructura organizativa y en cuanto a las influencias que puedan tener en las esferas más altas del poder. Una de las divergencias tiene que ver –por la naturaleza propia de los medios locales— con las dimensiones geográficas y simbólicas del espacio donde se desarrollan las tareas periodísticas. Aunque con variaciones, las redacciones locales no cuentan con un staff de más de 15 personas, contra un centenar que puede encontrarse en los diarios de tirada nacional.
Otro de los puntos relevantes –en relación al periodismo regional— tiene que ver con la ausencia de comunicadores formados específicamente para las distintas secciones. Mauro Wolf (1991) establece una distinción entre periodistas especializados y genéricos. Los primeros son aquellos que focalizan en temas, espacios geográficos o instituciones (por ejemplo, quienes realizan las coberturas en la Cámara de Diputados). Los segundos, por su parte, pueden ser solicitados para la cobertura de diversos acontecimientos por lo cual su bagaje de conocimiento es amplio, pero más superficial. La relación con las fuentes informativas también adquiere características diferenciadas. Se trata, en todos los casos, de características que incidirán directamente en la construcción noticiosa que se haga de los acontecimientos.
Tanto en La Arena como en El Diario (a excepción de la sección Deportes y, ocasionalmente, Policiales) las y los redactores realizan coberturas diversas en todo momento, como una suerte de trabajadores multi-tarea que no siempre logran profundizar en un tema determinado. Las cuestiones de género son ejemplo de ello ya que no se observa una profundización en este tema y tampoco se establecen vínculos más estrechos con las y los informantes.
En ambos casos, el rol de gatekeeper (portero) recae en el jefe de redacción o editor, quien debe asegurarse que se respete la línea editorial del periódico. A pesar de ello, en ambos medios -principalmente El Diario- las y los trabajadores de prensa disponen de cierta libertad a la hora de escoger el enfoque y fuentes de las noticias.
Mauro Wolf (1991) retoma estudios realizados sobre el control social en las redacciones que analizan los mecanismos por los cuales se mantiene la línea editorial-política de la prensa. Coincide en que la misma, que en general no es explicitada al ingresar a un nuevo medio, sino que “es aprendida por ósmosis y es impuesta sobre todo mediante el proceso de socialización de los periodistas en el seno de la redacción" (p. 207).
En 2004, cuando salió a la luz la desaparición de Andrea López, una de las personas entrevistadas que denominaremos como Informante N° 1 desempeñaba tareas de edición general en la Arena y tenía ciertas responsabilidades directivas. En función del lugar que ocupaba, reconoció que un caso como el sucedido (que involucraba a una figura del deporte pampeano) podía revestir interés periodístico y extenderse en el tiempo. En distinto grado, las y los restantes periodistas entrevistados se refirieron a la relevancia que fue adquiriendo el caso. Evaluaron –en relación a la década de análisis: 2004-2014— que el caso Andrea López constituyó un hito para la provincia, tanto a nivel social como político y mediático. El relato de la/el informante N° 2 es representativo de la opinión mayoritaria.
Fue muy impactante el caso de la desaparición de Andrea López porque se trató del primero y el único de esa naturaleza en nuestra región (Informante N° 2).
Tanto en La Arena como en El Diario de La Pampa, en las distintas etapas, fueron varios los periodistas que realizaron algún tipo de cobertura, lo que favoreció una diversidad de enfoques a lo largo de tiempo e, incluso, en un mismo periodo. De allí que se observe en ocasiones una disparidad de abordajes. Además, en ocasiones se observaban notas con perspectiva de género que -tal como constatamos- eran gacetillas enviadas por organizaciones feministas que se publicaban sin mediar cambio alguno.
En relación a las pautas de trabajo para la cobertura del hecho, en La Arena no se observó la emisión de indicaciones concretas por parte de los directivos o editores. Así lo señalaron dos de las personas entrevistadas que realizaban la cobertura de los hechos policiales (sección en la que inicialmente fue situado el caso Andrea López).
No recuerdo la existencia de ninguna pauta en particular, ni indicación especial. Periodísticamente lo abordábamos como un crimen más (Informante N° 2).
No tuve directiva alguna, trabajaba con mucha libertad en la sección (Informante N° 3).
Por su parte, en El Diario de La Pampa, a pesar de existir la figura del Jefe de Redacción, se observa una mayor libertad y horizontalidad para el abordaje de los temas. Incluso, en la mayoría de las ocasiones son los propios periodistas quienes deciden qué enfoque darle a los hechos.
En El Diario no tenemos reuniones de redacción. Hablamos los temas en forma anárquica y espontánea (Informante N° 5).
En el caso Andrea López, no hubo pautas ni directivas que se bajaran desde la jefatura de redacción o dirección de El Diario. En todo caso, consultas, asesoramiento, compartido con el resto de los periodistas con lo que hacíamos la cobertura (Informante N° 6).
Si bien la falta de pautas o la diversidad de abordaje puede resultar un indicador de libertad periodística, resulta también una oquedad respecto de los temas de género que requieren ciertos conocimientos técnicos sobre el uso no sexista del lenguaje y sensibilidad para su abordaje.
Teun Van Dijk (1997) advierte que en Occidente la mayoría de los comunicadores “son blancos, hombres y de clase media; pertenecen a grupos sociales que están representados en su ideología y prácticas sociopolíticas, lo cual se refleja cuando elaboran las noticias” (p. 52). Ante ello debemos preguntarnos si dicho esquema se reproduce en el periodismo regional y, en caso afirmativo, cómo incide en la representación de los hechos.
A pesar de que la relevancia otorgada al caso Andrea López fue unánime, al principio fue la vinculación al boxeador Víctor Purreta lo que concitó la atención de la prensa y no la desaparición de la mujer. En ese sentido, se pronunciaron al menos cuatro de las personas que brindaron testimonio para esta investigación. Citamos uno de ellos a modo de ejemplo.
Es probable que si ella (la víctima) no hubiera estado vinculada a este boxeador en ascenso, con una campaña promisoria desde el punto de vista boxístico, tal vez no hubiera tenido la misma notoriedad. (…). Ahí se pone en evidencia que salió en los medios porque él era conocido (Informante N°7).
Cabe destacar que el pugilista, al momento de la desaparición de su ex pareja, era un personaje reconocido en el medio que, en virtud de su carrera deportiva, podía aparecer como fuente habitual del periodismo. Tal es el caso de Segundos Afuera, el programa de boxeo que transmitía Radio Noticias, la emisora del diario La Arena.
En una primera etapa, La Arena, recurre a Víctor Purreta como fuente privilegiada, incluso desde la cárcel. Cuando el boxeador aparece en escena, lo hace desde un rol protagónico, con absoluta hegemonía de la palabra.
La Arena no tuvo perspectiva de género, ni siquiera tuvo interés por tratarse de un ser humano. Usaron la lógica elitista de comarca: si no es hombre y no es rico no existe. El interés apareció por Purreta por el color que aportaba la idea de un deportista exitoso asesino (Informante N° 3).
En general, los periodistas que cubrieron el caso, aportan una mirada crítica, como lo ilustra el siguiente ejemplo:
Si bien con los años la línea editorial de La Arena finalmente apuntó al femicidio, su forma de abordar la prostitución, el proxenetismo, la trata, la marginalidad continuó siempre basada en los paradigmas machistas, los mismos sobre los que se asientan también las relaciones dentro de la redacción (Informante N° 8).
La/el Informante N° 8 objeta las acciones de los medios en que se ha desempeñado, principalmente por las políticas machistas que dominan la escena. Ello nos remite a aquellas organizaciones feministas que pugnan por la inclusión de una perspectiva inclusiva en los medios de comunicación. A pesar de estos intentos, el diario se produce, mayormente, desde una óptica masculina. Así, tienen lugar dos situaciones: por un lado, la escasa visibilidad de las mujeres en la prensa; por el otro, la estereotipación de la representación femenina, cuando al fin se le otorga un espacio (Gallego Ayala, 2007).
Además, es evidente la proliferación de relaciones asimétricas de poder dentro del espacio de trabajo. Ello se evidencia, primero, en la nula o escasa presencia de mujeres en la sala de redacción (menos del 10 por ciento); y por otro, en la ausencia de figuras femeninas en cargos de mayor jerarquía. Algunos entrevistados así lo expresan:
Considero a La Arena una empresa misógina. Respecto de El Diario de La Pampa, también existe una mayoría de varones en su redacción, una evidente concepción misógina de sus directivos y falta de capacitación en materia de género. Su política editorial en cuanto a la problemática de género resulta similar a la de La Arena y el abordaje depende de cada caso en particular (Informante N° 8).
En El Diario de La Pampa, los comunicadores sostienen que hubo un mayor debate y responsabilidad, aunque reconocen que algunos términos no serían utilizados en la actualidad por la carga semántica que portan:
En la mayoría de las notas hubo un enfoque de género. Un tema discutido fue poner que Andrea era prostituta. Hoy sabemos que rigurosamente tenemos que poner ‘en situación de prostitución’ (Informante N° 5).
Tras entrevistar a las y los informantes pudimos constatar que, durante la década que abarcó el caso Andrea López, se registraron diferencias en el modo de realizar las coberturas periodísticas.
Me parece que con el tiempo cambió el eje. Hace una década los textos destacaban la prostitución de Andrea, inducida o no, y jamás se reflejaba lo grave del caso: la trata de personas y las mujeres que aún lo sufrían…Eso es lo principal y más destacado en el error que cometimos todos los actores de aquel primer tramo del caso (Informante N° 3).
El desarrollo del caso, a medida que se tornaba más complejo y se iban conociendo más detalles, obligó a cambiar el modo en que se realizaban la cobertura, para profundizar la forma de abordarlo y sumar otras fuentes de información (Informante N° 1).
Algunas voces consultadas fueron más reservadas a la hora de evaluar el proceso de cambio. Tal es el caso de la/el Informante N° 2, quien objetó que “no se promovía un periodismo sensible”.
Al menos hasta 2010, no se modificó prácticamente nada. La manera de narrarlo, en líneas generales, fue siempre la misma. También, se repetían las fuentes para acceder a la información. En ese sentido, primero las vías eran la policía y otros investigadores y luego, con el paso del tiempo, empezaron las entrevistas a la familia de la víctima (Informante N° 2).
Otra de las personas entrevistadas opinó que la policía y la justicia, en tanto fuentes por excelencia de los medios, no se hicieron eco de las transformaciones.
Creo que han cambiado muchas cosas en los últimos diez años. La redacción de la noticia, sobre todo, y el abordaje de la problemática de género desde no hace mucho en la sociedad hizo que el periodismo tome nota. Lamento que las principales fuentes informativas, por ejemplo, la policía y la justicia todavía no se adecuaron a este tema (Informante N° 11).
La elección de las fuentes debe permitir ampliar la información y modificar la perspectiva desde la que se representan los acontecimientos. Ello fomenta un abordaje integral, en lugar de una mirada unidireccional y sesgada.
En 2004, la noticia sobre la desaparición de Andrea López se abordó como un mero caso policial. Incluso las publicaciones (…) mantenían los elementos del discurso policial, absolutamente machista, que ponía por delante la actividad sexual de la víctima y la condición de boxeador del victimario, como elementos que justificaban (naturalizaban, diría) la violencia en aquella relación. Los contenidos de la noticia se basaban casi exclusivamente en fuentes policiales y judiciales (Informante N° 8).
Por otra parte, las y los periodistas de El Diario de La Pampa opinaron que la representación del caso en sus últimos años tuvo en cuenta otras vertientes, más acordes a los cambios sociales que se sucedían.
Se fueron abriendo otros canales para entender que fue un caso emergente de una realidad social mucho mayor, que evidenció una matriz machista que atraviesa los distintos estamentos sociales, la justicia, la policía, la educación y los diferentes organismos del estado (Informante N° 6).
Asimismo, manifestó que son los propios trabajadores quienes, finalmente, fomentan transformaciones en la construcción de los hechos:
Los periodistas hemos tenido el oído abierto y atento para comenzar a incluir otra mirada, pero tiene que ver más con iniciativas personales o voluntad propia, que con una planificación sistemática para adecuarse (Informante N° 6).
Gran parte de los medios de comunicación son empresas privadas que se rigen por lógicas comerciales y financieras, en algunos casos, y por intereses políticos, en otros. La prensa pampeana no escapa a dicha realidad.
En paralelo, se observa que las temáticas de género no han sido prioritarias en las agendas de los matutinos locales. En ese sentido, sigue priorizando el interés mercantil y una lógica estructural que responde al orden patriarcal imperante.
A partir de los cuestionarios realizados pudimos observar la crítica que esbozan los propios trabajadores de prensa ante esta situación. Y, aunque el grado de autonomía profesional puede variar en uno y otro medio, hay un patrón general de limitaciones frente a los cambios en la construcción del relato.
Los medios y los periodistas se hacen eco de las transformaciones. En cuanto a los dueños o directivos de los diarios (…) no existe una política de inclusión de la perspectiva de género. Los trabajadores y los representantes gremiales son los que han demandado esa orientación en diversas ocasiones y han realizado planteos para que se revierta la falta de contratación de periodistas mujeres (Informante N° 6).
Ello nos remite al planteo de Luchessi y Martini (2004) quienes se preguntan: “¿Hasta qué punto es posible para un periodista mantener una posición contraria o diferente de la oficial, cuando los medios de comunicación para los que trabaja son constructores de hegemonía?” (p. 22). La existencia de buena voluntad o intención por parte de las y los comunicadores de avanzar en un cambio más igualitario en la prensa no es suficiente si la decisión directiva no acompaña.
En La Pampa son pocos los dueños que se interesan en esta temática. Algunas radios o diarios alternativos pueden darle más espacio que los medios tradicionales, pero en general no es tan sencillo de implementar (Informante N° 11).
Esta lógica empresarial imperante en la prensa local, no está exenta de cuestionamientos.
Respecto a los dueños de los diarios creo que no hay interés en incorporar la perspectiva de género. Sí aparecen pequeños gestos que deben estar en cierta medida regulados, de blanquear o de maquillar un poco las presentaciones de los temas. Pero prevalece el constructo cultural-comercial en la construcción de la noticia porque el encuadre de las noticias policiales obedece también a tradiciones que están ligadas a la venta de los ejemplares y al consumo de la gente (Informante N° 12).
Es posible retomar aquí los postulados de Rodrigo Alsina (2005), quien evalúa a la influencia de las fuerzas empresariales en los medios de comunicación. Entiende que estos, en ocasiones funcionan como “empresas insertas en un sistema de economía de mercado” (p. 222), que responden a la lógica de la cultura de masas.
Los dueños de los medios resultan empresarios y, como tales, persiguen intereses económicos por encima de los intereses periodísticos o profesionales. En general, mantienen una perspectiva machista y patriarcal, aunque incluyen cada vez más noticias con perspectiva de género, pero eso obedece a que esta problemática despierta un mayor interés en muchos sectores de la sociedad (y eso significa más lectores/oyentes/televidentes), y a la toma de conciencia de las/los periodistas, que militan su lucha desde las redacciones, pero no a una mayor o mejor conciencia de los empresarios (Informante N° 8).
Queda de manifiesto, así, que los dueños y directivos de los medios de comunicación otorgan una libertad parcial a sus periodistas. Todo aquello que pueda afectar de manera negativa su línea editorial y sus intereses mercantiles y políticos, queda fuera de agenda.
Tras las entrevistas a los 12 informantes detectamos un fenómeno que reviste una contradicción en sí mismo. Aunque las y los comunicadores sostuvieron la relevancia de un enfoque crítico y no sexista en las noticias, lo cierto es que en la práctica la mayoría no se encuentra formada para ello. Además, las instancias de capacitación en medios y perspectiva de género prácticamente son ignoradas, a excepción de algunas periodistas mujeres.
Hay una intención positiva –en la mayoría de los entrevistados– de incorporar y producir una visión de la realidad carente de contenidos sexistas. No obstante, no existe un conocimiento en profundidad de los mecanismos y formas de abordaje adecuadas. La causa, precisamente, es la carencia formativa a la que aludíamos en el párrafo anterior.
Tengo la información necesaria acerca del uso del lenguaje no sexista. Creo que se podría aplicar en cierto tipo de noticias de género y todo lo que involucra, y que cada vez más ocupan espacio en los medios. Pero, ante todo, también opino que se debería capacitar a todos los trabajadores de prensa (Informante N° 11).
En relación a la desaparición y femicidio de Andrea López, las fuentes consultadas resaltaron que fue el interés propio el que determinó el enfoque y perspectiva dados a las noticias.
Desde La Arena nunca se pidió colaboración a quienes conocían del tema, me tocó hacer todo solo. Entiendo que lo hice como pude y siempre del lado de la víctima. Estuve muy presente con la mamá de Andrea y todo el tiempo en contacto con la policía (Informante N° 3).
En El Diario de La Pampa, las personas que entrevistamos reconocieron que realizaron las notas sobre el caso sin recibir pautas concretas para un tratamiento no sexista ni buscarlas por sus propios medios.
Nunca nos asesoramos ni solicitamos información a quienes conocían más del tema. Ignoro el motivo, pero supongo que fue por desidia o falta de planificación y de organización en la dirección del medio (Informante N° 6).
Que las y los propios comunicadores sean quienes adviertan la necesidad de una mirada género-sensitiva en pos de una producción más crítica es uno de los objetivos a los que se orientan varias investigaciones y las propuestas de organizaciones como Red Par (Periodistas de Argentina en Red por una comunicación no sexista).
En relación a ello, algunas autoras recomiendan “estimular transformaciones personales desde la conciencia de los periodistas para que estos cambios trasciendan en la comunicación diaria de los medios con la comunidad (Charria, 2010, p. 7). El testimonio expuesto a continuación ilustra lo expuesto:
Conozco la perspectiva de género en los medios y también he participado de capacitaciones sobre la temática. La utilización de un lenguaje no sexista sigue siendo una materia pendiente en los medios de comunicación, especialmente en los medios masivos como la televisión. La cultura machista, patriarcal, nos atraviesa culturalmente desde todos los ángulos, y el lenguaje es probablemente una de las herramientas de transmisión más poderosa. Pienso que es imprescindible aprender a comunicar con perspectiva de género para revertir la formación de paradigmas machistas, que generan conductas sexistas, sostienen la desigualdad y justifican la violencia (Informante N° 8).
Por otra parte, al momento de examinar el nivel de formación adquirido entre profesionales de la prensa gráfica, aparece una marcada diferencia entre el compromiso asumido por las mujeres y los varones. En relación a ello, Chaher (2007) incorpora la noción de “militancia periodística” para hacer referencia a la lucha constante que las comunicadoras mujeres mantienen con editores y directivos de los diarios. La autora se refiere así a las pujas para anexar las temáticas de género en la agenda de los medios, con un enfoque no machista de la información.
En este contexto, consideramos preciso recordar las recomendaciones efectuadas en el Informe de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing (1995). La Declaración y Plataforma de Acción resalta la necesidad de estimular una formación que incorpore los aspectos vinculados con el género, tanto como para los profesionales como para los propietarios y directivos de los medios de comunicación. La finalidad es “alentar la creación y la utilización de imágenes no estereotipadas, equilibradas y diferenciadas de la mujer en los medios de difusión” (p. 94).
Como señalamos anteriormente, entre la desaparición de Andrea López y el femicidio a manos de quien fuera su pareja, Víctor Purretta, transcurrieron diez años. Durante ese periodo, tanto en La Arena como en El Diario de La Pampa, diversos periodistas participaron en coberturas del caso.
En líneas generales, las y los trabajadores de ambos medios carecieron de herramientas concretas para el abordaje de los hechos, por lo cual fueron actuando en función de su propia perspectiva. En su mayoría, reconocieron que los medios no contaron con perspectiva de género en la representación del caso Andrea López y muchos consideraron que no hay interés en ello.
Es decir, suele predominar una lógica empresarial por sobre el bien social que deberían perseguir los medios de comunicación. Lucchesi y Martini (2004) analizan: “La presión empresarial, que se deriva de la mercantilización de la noticia, se verifica en los efectos referidos al diseño y las modalidades discursivas, a los modos de producción y a las negociaciones con las diferentes formas de poder” (p. 69).
A la ausencia o casi nula existencia de una perspectiva de género en el abordaje de las noticias hay que sumar otro factor: la desigual presencia de mujeres y varones en las redacciones.
Rovetto y Figueroa (2015), que estudiaron este fenómeno, advirtieron sobre la vigencia de una “cultura periodística” masculina alejada de cualquier principio y legislación que apunte a la igualdad de oportunidades laborales, en este caso en los medios.
Así, se torna vital empezar a desnaturalizar ciertas prácticas y concepciones patriarcales que sostienen los medios de comunicación, a fin de mostrar la relación social en toda su complejidad. Se trata de fomentar un periodismo que promueva la construcción de un enfoque de género y sostenga una agenda donde las temáticas vinculadas al feminismo no posean un lugar marginal.
Alsina, M. R. (2005). La construcción de la noticia. Barcelona: Paidós Comunicación.
Amado Suárez, A. (2012). Periodismo argentino: en busca de datos sobre la profesión. Austral Comunicación, 1(2).
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