La Guerra de Malvinas. La narrativa entre la historia y la memoria
The Malvinas War. The narrative between history and memory
Carolina Gabriela MolinaLa llamada “Guerra de Malvinas de 1982” 1 ha suscitado innumerables investigaciones en el campo de la historia argentina. Los primeros estudios académicos indefectiblemente quedaron vinculados con la justificación que hacía de la guerra la última dictadura cívico-militar, pero más recientemente, ha sido objeto de un abordaje que se nutre de las experiencias bélicas y de las memorias sociales del conflicto, donde confluyeron representaciones simbólicas de los diversos actores, observadores y analistas, todos ellos y ellas devenidos en historiadores, contribuyendo, a través de sus interpretaciones en la construcción de la identidad nacional.
La guerra, tal como describía en el 1800 el prusiano Von Clausewitz (1999), no es el conflicto o la lucha de dos elementos cualesquiera, sino que, ante todo, es un hecho humano, una forma de las relaciones humanas, es la continuación de la política por otros medios. Si bien las denominadas cuestión Malvinas y causa Malvinas son categorías epistemológicas distintas, no es menos cierto que ambas se entrelazan y vinculan intrínsecamente. Cuestión Malvinas refiere a todas aquellas razones que sostienen la posición argentina en el reclamo indeclinable de soberanía; mientras que causa Malvinas aglutina las manifestaciones culturales que fueron creando y recreando el tema en nuestra cultura, es decir, el modo en que amplios sectores sociales manifiestan sus vínculos de identidad nacional con las islas. Respecto a la cuestión Malvinas, en enero de 1833 las islas son usurpadas por ingleses, y Manuel Moreno –embajador argentino en Gran Bretaña–, inició el reclamo diplomático de soberanía en virtud del principio Uti Possidetis Iuris2. Pero fue recién después de la gran guerra que se intensifican los reclamos sobre la soberanía, atento a la relevancia estratégica que adquiere dicho archipiélago para nuestro país.
En 1934 se sanciona por unanimidad la Ley Nacional 11.904/34, iniciativa del senador socialista Alfredo Palacios, que ordenaba a la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares la traducción del libro Las Islas Malvinas de Paul Groussac publicado en francés en 1910, y la elaboración de un compendio para su distribución gratuita en todos los institutos de enseñanza y bibliotecas del país y del exterior. Su objetivo era contribuir a que los habitantes de la República sepan que las Islas Malvinas son argentinas y que Gran Bretaña se había apoderado de ellas por la fuerza. Años más tarde, Vicente Cacuri, redactor de la revista Figuritas bajo el seudónimo de “El Profesor Plin” despertó en el ambiente público la conciencia de nuestro derecho incuestionable a la soberanía de las Islas Malvinas, colaborando al establecimiento del 10 de junio como Día de las Malvinas en recuerdo de la creación de la Comandancia Política y Militar a cargo de Luis Vernet en esa misma fecha del año 1829 (Tato, 2020). Entre otras demostraciones culturales, populares y sectoriales, podemos mencionar el aterrizaje del solitario piloto argentino Miguel FitzGerald en el territorio malvinense el 8 de septiembre de 1964 con un avión Cessna, plantando allí el pabellón nacional. En 1968 reitera el vuelo junto al periodista y director de Crónica Héctor García3. En 1965, la Asamblea General de Naciones Unidas, sin votos en contra, adoptó la Resolución 2.065 donde reconoció formal y expresamente la existencia de la disputa de soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgia del Sur, Sándwich del Sur y los espacios marítimos circundantes4, instando a la Argentina y al Reino Unido a encontrar una solución pacífica a través de negociaciones bilaterales entre los dos Estados. En 1966 se ejecuta el llamado Operativo Cóndor. Un grupo de jóvenes secuestró un avión de Aerolíneas Argentinas que tenía como destino la ciudad de Río Gallegos, y a mitad del viaje abordaron al comandante y le indicaron el cambio de rumbo, para aterrizar en las Islas Malvinas, donde izarían la bandera nacional. En 1974, por el avance en las negociaciones sobre la soberanía, el Estado argentino había desembarcado sobre las Islas para generar una mejora en la calidad de vida de los isleños, así se construyó el aeropuerto de Malvinas donde operaba Líneas Aéreas del Estado [LADE], y se instalaron empresas estatales estratégicas como YPF y Correo Argentino. Los isleños se atendían en los Hospitales de Río Gallegos y Comodoro Rivadavia, y accedieron por primera vez a la educación universitaria gratuita. Actualmente, la Cuestión Malvinas es uno de los diecisiete casos que se encuentran bajo tratamiento en el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas. Para Argentina, constituye una política de Estado y un reclamo imprescriptible que aglutina a todo el pueblo.
1 Las Malvinas son un archipiélago conformado por dos islas mayores: Isla Soledad (hacia el este) e Isla Gran Malvina (al oeste), separadas entre sí por el estrecho San Carlos y rodeadas por más de 200 islas menores. Su superficie equivale a 60 veces la Capital Federal. A diferencia de las Georgias del Sur, formadas por la continuación de la Cordillera de los Andes, el archipiélago de Malvinas emerge como continuación de la plataforma continental submarina. En 2010 se aprobó la Ley 26.651/2010 que establece la obligatoriedad del uso en todo el sistema educativo del mapa bicontinental argentino.
2Siendo las Islas Malvinas dependientes del Virreinato del Río de la Plata, en 1916 pasaron a ser argentinas por imperio del principio Uti Possidetis, figura jurídica que regirá los procesos independentistas de todos los Estados de América del Sur, indicando que sucederán jurisdiccionalmente las antiguas delimitaciones virreinales establecidas por España.
3Cuando regresó a Río Gallegos, Héctor Ricardo García, director de Crónica, publica: "Malvinas: hoy fueron ocupadas”.
4Cancillería argentina establece que sobre la Cuestión de las Islas Malvinas, se entiende como tal a: “La disputa de soberanía entre la República Argentina y el Reino Unido por las Islas Malvinas, Georgia del Sur, Sándwich del Sur y los espacios marítimos circundantes, (la cual) tiene su origen el 3 de enero de 1833 cuando el Reino Unido, quebrando la integridad territorial argentina, ocupó ilegalmente las islas y expulsó a las autoridades argentinas, impidiendo su regreso así como la radicación de argentinos provenientes del territorio continental” (Cancillería, s. f.)
En una declaración judicial del Almirante Jorge Anaya (1992), relata que en 1976-1977 se instaló la base científica Argentina Corbeta Uruguay en la Isla Thule (Sándwich del Sur). En diciembre de 1980, el gobierno inglés presentó en el Parlamento el proyecto de una solución al estilo “Hong-Kong”, es decir, la cesión de la soberanía a la Argentina y el arriendo posterior al Reino Unido para el uso de las islas por un período prolongado, pero Gran Bretaña terminó abortando la iniciativa. En 1981, el Reino Unido intentó introducir a los isleños en las negociaciones para que autodeterminen su status ciudadano, empero, esto congeló las negociaciones sobre la cuestión de la soberanía. Según el informe presentado por Anaya (1992), ante la situación descripta, la Junta Militar elaboró pautas para el período 1982-1984 con el curso de acción a desarrollar tendiente a recuperar la soberanía Nacional en las islas, como contrapartida a la información proveniente de Londres que anunciaba la actitud de paralizar indefinidamente las negociaciones y militarizar la zona. Fue así que, entre el 5 y el 12 de enero de 1982, se dieron los primeros pasos para analizar la posibilidad de una recuperación armada de las Islas Malvinas. El 19 de marzo de 1982 desembarcaron en Leith, Georgia del Sur, 41 obreros argentinos de la Empresa de Davidoff, conforme los términos de un contrato privado con la empresa Christian Salvensen de Edimburgo, con el objeto de hacerse cargo del desmantelamiento de factorías balleneras. El Gobernador Hunt informó por radio a la población de Stanley que les había dado a los argentinos 24 horas para reembarcar y retirarse de la zona; se dispuso de inmediato el envío del buque argentino ARA Bahía Paraíso, ordenándole llegar a Leith antes de que el HMS Endurance procediera al desalojo por la fuerza de los obreros argentinos. El 31 de marzo, el embajador ante las Naciones Unidas Eduardo A. Roca transcribió un artículo del The New York Times, expresando que el submarino nuclear Hunter Killer zarpó desde Gibraltar para el área y un segundo submarino también estaría en camino. Admitida la situación como una agresión de Gran Bretaña, impulsó a la Junta Militar, en ejercicio del legítimo derecho de defensa, a adoptar una decisión política inmediata para preservar la viabilidad de la consolidación de nuestra soberanía en discusión y poner en acción la Operación Azul, luego llamada Rosario. Contrario a este informe, donde pareciera que la Guerra de Malvinas obedeció a un plan esquemático, previo y viable, el Informe Rattenbach, elaborado por la Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades del Conflicto del Atlántico Sur [CAERCAS] (1983, foja 67), manifiesta que la Junta no estuvo en condiciones de controlar los acontecimientos ni de medir la probable reacción británica, ya que la ocupación de las Islas con el propósito de encaminar favorablemente las negociaciones concluyó en una escalada militar. Tal situación trajo aparejada una serie de medidas irreflexivas y precipitadas que la convirtieron en una aventura militar.
Frente al desembarco argentino en las Islas Malvinas, el apoyo de la sociedad civil fue amplio y, el 10 de abril de 1982 Leopoldo Galtieri, pudo asomarse al balcón de la Casa Rosada ante una plaza colmada de argentinos y argentinas que lo aplaudían, tan solo dos días después de haberse producido en el mismo lugar, la jornada de protesta convocada por la CGT bajo la consigna “Paz, Pan y Trabajo”, duramente reprimida por esa misma dictadura. Desde lo estratégico, se puede analizar el factor geográfico, identificándose una clara ventaja para la Argentina, ya que estaba a una distancia menor de 400 kilómetros de las Islas, mientras que Gran Bretaña se ubica a más de 12.000 kilómetros, lo que implicaba tener que cruzar el Océano Atlántico antes de llegar al teatro de operaciones dificultando el traslado de tropas y la logística en la cadena de suministros. Por otro lado, el Gobierno británico había dispuesto recortes presupuestarios que incluían el desguace de un portaviones y venta de otros buques. 6 Debe comprenderse que la resolución adoptada por la Junta Militar de lanzar una operación de desembarco para reocupar las Islas Malvinas tuvo bases eminentemente políticas, tanto coyunturales como estructurales, que iban mucho más allá de una desmedida ambición puramente militar, dadas las circunstancias y los ánimos sociales y políticos del contexto (Dalla Fontana y Tato, 2020). Bajo una planificación vertiginosa, improvisada y precaria, sobre la factibilidad o no de llevar a cabo una operación anfibia con la finalidad de tomar el control de Malvinas, se dispuso que las tres fuerzas tuviesen intervención sin importar el carácter predominantemente naval que tendría la maniobra. La Operación Azul fue una acción que pudo haber realizado la Marina por sí sola, pero la situación política requería que fuera el resultado de un planeamiento militar conjunto y ejecutado por las tres fuerzas. Había que evitar bajo todo concepto que recrudecieran los celos y la desconfianza que existían desde hacía años entre los uniformados (Aguiar, 1985).
El plan Operación Rosario, en alusión a la Virgen del Rosario, estuvo organizado con los buques ARA Santísima Trinidad, ARA Cabo San Antonio, ARA Almirante Irízar, ARA Isla de los Estados, ARA Hércules, ARA Drumond y ARA Granville, y el submarino ARA Santa Fe. El comandante de la operación fue el General Osvaldo García, el Contralmirante Gualter Allara y, de la fuerza de desembarco el Contralmirante Carlos Büsser (Dalla Fontana y Tato, 2020).
Los objetivos en Puerto Argentino eran ejecutar de forma incruenta un asalto anfibio nocturno, tratando de obtener el mayor grado de sorpresa posible para capturar el cuartel y los efectivos de la Royal Marines, el aeródromo y controlar pacíficamente a la población ejerciendo simultáneamente el Gobierno Militar del territorio. Además de Puerto Argentino se involucraban las localidades Darwin, Ganso Verde y Fox Bay. 7 Cumplidas todas las tareas, la Infantería de Marina transferiría las responsabilidades a las fuerzas del Ejército que debían trasladarse por modo aéreo. Una vez que esto hubiese sucedido, los marinos se replegarían a sus bases de origen. Mientras tanto, la prensa, a veces por censura, otras siguiendo falsas comunicaciones oficiales, o por mera connivencia, arengó a la población bajo falaces e incompletas informaciones. Los medios de comunicación, por su efecto multiplicador y por la calidad de la evaluación realizada sobre las posibles consecuencias de la medida adoptada, contribuyeron a una pérdida generalizada de la objetividad. Ante esta euforia nacional, el Gobierno vio disminuida su capacidad de analizar reflexivamente la realidad (CAERCAS, 1983, foja 69).
La participación mayoritaria en el conflicto fue de los soldados conscriptos al servicio de la Patria por Ley Nacional 17.531/68, mal equipados y con poco entrenamiento, que fueron superados en preparación y tecnología por el bando contrario. De este estado de situación, surgen numerosas contradicciones, irreconciliables, tanto dentro del teatro de operaciones como fuera de este, que se amalgamaron en el imaginario popular de posguerra. Como dijo alguna vez Rouquié (1983), la guerra de Malvinas fue la oportunidad siempre vigente para los militares de intentar que los argentinos olviden sus actos en la guerra sucia antisubversiva, y presentarse como defensores de la soberanía nacional. 9
.Mientras se fueron plasmando las diversas perspectivas históricas una vez finalizada la guerra, los conscriptos fueron adquiriendo formatos disímiles, en un abanico de opciones que van desde el retrato del patriotismo de los argentinos al de víctimas del autoritarismo del Gobierno de facto. En aquellos momentos, las revistas militares especializadas en combate terrestre, marítimo y aéreo, y en táctica y estrategia, hablaban de ellos como jóvenes inmaduros, inexpertos y sin conducción que sucumbieron ante los británicos. La historia es la vida de la memoria entendida como la ligazón más potente y vital entre experiencia y conservación, pero también algo de invención, que termina definiendo pautas culturales. En los primeros años de la posguerra predominó el silencio, la guerra de Malvinas y su historia se ausentó momentáneamente del acervo cultural nacional. La historia de la guerra de Malvinas fue fragmentada, se construyó lentamente con retazos de memorias individuales que han tenido un efecto multiplicador. Esa memoria contextualizada, contrastada y objetivada socialmente se erigió como memoria colectiva.
5 Durante el desarrollo del conflicto no existió una conducción que centralizase en forma orgánica, continua y eficiente el ejercicio de un comando unificado, con control de todos los factores que conformaban las situaciones de crisis “(...) AL NO EXISTIR UNA VERDADERA PREPARACIÓN PARA LA ACCIÓN CONJUNTA, nuestras FFAA enfrentaron una guerra contra Gran Bretaña con DESCONOCIMIENTO DE LA DOCTRINA CONJUNTA, acción que influyó negativamente en la conducción de todos los niveles involucrados. Los comandos operacionales se asignaron, más por razones de política interfuerzas que por necesidades funcionales” (CAERCAS, 1983, foja 234).
6Los recortes presupuestarios incluían el desguace del portaaviones Hermes y la venta del Invencible a Australia. Por otro lado, el número de fragatas y destructores iba a ser recortado de 60 a 40, mientras que las naves de asalto también iban a ir al desguace.
7 Ódenes impartidas por el Contralmirante Büsser a sus subalternos: “Nuestra misión es la de desembarcar en las Islas Malvinas y desalojar a las fuerzas militares y autoridades británicas que se encuentran en ellas. En esas islas vamos a encontrar una población con la que debemos tener un trato especial. Son habitantes del territorio argentino y por lo tanto deben ser tratados como lo son todos los que viven en la Argentina. Ustedes deberán respetar estrictamente la propiedad y la integridad de todas las personas, no entrarán a ninguna residencia privada si no es necesario por razones del combate. Respetarán a las mujeres, niños, ancianos y a los hombres. Serán duros con el enemigo, pero corteses, respetuosos y amables con la población de nuestro territorio a los que debemos proteger. Si alguien incurre en violación, robo o pillaje le aplicaré en forma inmediata la pena máxima” (Boletín Circulo Naval, 2013).
8 Cuando se habla del Conflicto del Atlántico Sur es habitual que en los grandes medios de comunicación se describa a los soldados argentinos como “los chicos de la guerra”, “pobres pibes” y “víctimas”. Para sostener este relato, no hablan los combatientes de Malvinas, sino que otros lo hacen en nombre de ellos. Esta narración está dentro del marco de la desmalvinización.
9 “Desmalvinización” es el concepto que define al proceso de desactivación de las pasiones, los pensamientos, las acciones, los proyectos y las significaciones que crecieron alrededor y por dentro de los hechos acontecidos a partir del 2 de abril de 1982. El término fue utilizado por primera vez en marzo de 1983 por el politólogo francés Alain Rouquié, en un reportaje realizado por la revista Humor.
Hay diferentes formas de contar la historia, que luego de ser escrita podrá ser rebatida o reformulada por los historiadores que vengan a posteriori, quienes ya no podrán permanecer ajenos a la influencia de esa obra primigenia. Se sientan rastros, lineamientos, que permiten establecer una perspectiva determinada sobre el hecho histórico, marcando continuidades y rupturas, como también sentidos que deconstruyen. La forma de contar la historia sobre la Guerra de Malvinas y del Atlántico sur de 1982 pasó por diversas etapas, que no son compartimentos estancos que se plasmaron nítidamente escindidos entre sí. Las etapas que se describen a continuación se refieren a quiénes y, fundamentalmente, desde dónde contaron la guerra. Podemos así distinguir tres etapas: durante la primera predominó el silencio y ocultamiento respecto a determinadas temáticas, estas narrativas provenían de la élite militar, que detentaba el poder en el momento del conflicto. En esta etapa hay cierto secretismo, el cual no debería confundirse con silencio. Tulchin (1987) escribía que al terminar las hostilidades, con la derrota de Argentina en el campo de batalla, parecía razonable esperar que se escribieran historias de los participantes, pero eso no ha ocurrido. Al concluir el gobierno de facto, jurídicamente el 10 de diciembre de 1983, existía el criterio que los sucesos de la guerra solo podían ser historiorizados por los eruditos, en este caso, se refería a los altos mandos militares, quienes bajo pretexto de cientificidad evitaban expedirse sobre aquellos hechos que pudiesen implicar atribución alguna de responsabilidad sobre los mismos. Una de las primeras obras que podemos citar dentro de esta corriente provino de la Comisión de Redacción de Malvinas, presidida por el Jefe del Estado Mayor del Ejército, en 1983: Informe Oficial del Ejército Argentino sobre el Conflicto Malvinas, publicado por el Instituto Geográfico Militar. Consta de dos tomos que presentaban una descripción de las acciones desarrolladas por las fuerzas del Ejército Argentino en Malvinas, incluyendo gran cantidad de mapas, documentos, y datos geográficos. Otro ejemplo es la obra de H. Andrada Benigno, Guerra aérea en las Malvinas, publicada en 1983 a través de Ediciones Emecé, en la que se volcaron los principales combates aeronavales. La obra Malvinas, Georgia y Sándwich del Sur, ante el conflicto con Gran Bretaña, de Laurio H. Destefani publicada por Edipress en 1982 analiza las disputas con Gran Bretaña. El autor presentó la historia de las zonas en conflicto, describió geográficamente el teatro de operaciones y justificó la soberanía argentina sobre las islas. También podemos citar el texto de E. Ferrer Vieyra, Las Islas Malvinas y el derecho internacional, editada en 1984 por Depalma, que presentó las audiencias realizadas en el Parlamento Británico para analizar los títulos argentinos e ingleses sobre la cuestión de las Islas Malvinas. Otro texto fue de F. Daus, y R. Rey, Islas Malvinas - Geografía – Bibliografía, de Ed. OIKOS, en 1982. Se trata de un trabajo monográfico clásico que ofreció información geográfica sobre el archipiélago malvinense y una extensa bibliografía sobre las islas. También, el Contraalmirante Carlos A. Busser compiló en 1984 la obra Operación Rosario, que publicó Atlántida. En ese texto introdujo diversas enseñanzas técnicas sobre el planeamiento y la ejecución de una operación anfibia. En 1983, otro militar veterano de guerra, Carlos Turolo, en su libro Malvinas, testimonio de su gobernador, de Ed. Sudamericana, presentó, tal como si se tratara de unas memorias, el relato de la actuación del Gral. Mario B. Menéndez, máxima autoridad argentina, en territorio de las islas. Toda la bibliografía, ut supra descripta, tiene una perspectiva histórica que intentaba instalarse como un momento carente de conflictividad, un acontecimiento que desentonaba con el despertar de la sociedad civil previo al conflicto y con el derrumbe del gobierno de facto, como también la eclosión social que acaeció tras la derrota.
Una segunda etapa quedó confinada al estudio de acontecimientos insignes, política operacional, política exterior; pero, al igual que la primera etapa, se trató de una historia escrita y contada desde arriba, con carácter de verdad absoluta, abordando el estallido violento en sí mismo y asentada en la historia contada por hombres. Bajo ese contexto eran solo ellos quienes disponían de la experiencia en el campo de batalla y, además, detentaban cierto remanente de poder para establecer su relato como verdad absoluta, y por pertenecer varios de ellos al Ejército Nacional y tener a disposición archivos, diarios de guerra, informes de inteligencia o información clasificada que, al no gozar de carácter público solo podía ser consultada por ese selecto círculo. Esa historia se inmiscuye básicamente en cuestiones de táctica y estrategia, concentración de fuerzas en tiempo y espacio, narración de batallas, combates, teatro de operaciones; en síntesis, el contenido se limitaba a las fuerzas militares, las condiciones del territorio y las virtudes y carencias del enemigo. Ejemplo de esta corriente fue la publicación castrense La guerra de Malvinas, publicada por la Editorial Fernández Reguera en 40 fascículos de aparición semanal en Buenos Aires entre 1986-1987, que narraba un relato gráfico del conflicto militar. Otro ejemplo fue Operaciones terrestres en las Islas Malvinas, de Martín Balza y otros, publicada en 1985 por la Editorial Círculo Militar, que relata de forma minuciosa el desarrollo de las operaciones bélicas a través de la experiencia de cinco coroneles argentinos. Podemos también ubicar aquí el texto de No picnic (No fue un paseo) , de Julián Thompson, publicado por editorial Atlántida en 1987, donde se expone el desempeño de la Brigada 3 de Comandos de la Infantería de Marina británica brindando enseñanzas sobre planeamiento, guerra anfibia y terrestre.
En la tercera etapa, un nuevo concepto de historia se fue abriendo paso dejando atrás el modelo único estructuralista para ser considerada desde un punto de vista poliédrico, y liberada de los moldes académicos y metodológicos impuestos, a veces, con lente micro histórico y, en otras ocasiones, con ambiciones prosopográficas. Las fuerzas de guerra fueron consideradas como espacios de vida colectiva y aparecen los valores, emociones y experiencias compartidas. Fue una renovación sobre los estudios de la guerra de Malvinas que se tradujo en quitar el monopolio de la narrativa de las manos de los militares de carrera, diplomáticos, estrategas y otros hombres del Estado para sustituirlos por una historia contada desde abajo, donde las actitudes colectivas de los soldados, sus historias particulares, la movilización en el teatro de operaciones y la reinserción posguerra, se vuelven los temas más relevantes. Generalmente contada en primera persona, se forja una historia que siguió integrada a los aspectos políticos y sociológicos del conflicto, pero que, paralelamente, revelaba una historia social que se tejió con aspectos más humanizantes, como los miedos de los soldados, los castigos y torturas, el estrés post traumático, los suicidios, el hambre, sacerdotes dando misa en las trincheras, periodistas, médicos que improvisaban instrumentos quirúrgicos, enfermeras invisibilizadas, todos y todas con sus percepciones, experiencias y vivencias, tanto durante como después de la guerra. Quizás la relativa prevalencia de ese registro, del de la historia de abajo, provocó que aparecieran voces nuevas, que reclamaran la profundización de otras implicancias del conflicto armado. Se produjo una suerte de giro cultural, incluso paradigma, que buscó atender a las representaciones simbólicas establecidas en el imaginario social. En tal sentido, no se trata meramente de escuelas historiográficas, sino más bien de tendencias que despliegan nuevos enfoques, imaginarios, identidades, opinión pública, percepción del otro, de aquello que González Calleja (2008) llamó oportunamente la gestión individual y colectiva del sufrimiento, la muerte y el duelo, e incluso su memoria. Encontramos ejemplos en textos como Iluminados por el fuego. Confesiones de un soldado que combatió en Malvinas, de Esteban, E. y Romero Borri, G., publicado en 1993 por Sudamericana, que nos ofrece su testimonio personal en cumplimiento del servicio militar obligatorio en el campo de batalla, exponiendo con crudeza hechos que se debaten entre el orgullo de defender la Patria, y la impotencia frente a superiores jerárquicos con rasgos genocidas. Este libro, a la postre, daría lugar al film de igual nombre, dirigido por Tristán Bauer en 2005. Claudio Staniscia, en 2022, publica Malvinas el regreso 30 años después. Agrupación excombatientes héroes de Malvinas Berazategui, a través de Ed. Dunken. Staniscia es un profesor en una escuela de Berazategui, los sábados tiene un espacio radial en su comunidad donde siempre le dio voz a ex combatientes de Malvinas, y decidió acompañar a un grupo de veteranos a visitar el cementerio Darwin. En su libro describe las emociones encontradas, la animosidad de los kelpers, todo ello en un lenguaje sencillo y narrado desde las fibras intimas del dolor que sintieron esos hombres al regresar al teatro de operaciones. Otro ejemplo, de gran significancia, es el libro de Alicia Reynoso Crónicas de un olvido. Mujeres enfermeras en la guerra de Malvinas, publicado por Tinta libre en 2018. Esta pieza bibliográfica se inscribe en la historia de género, expone la violencia simbólica que sufrieron estas mujeres, a quienes hasta el año 2021 se les negó su participación en el conflicto del Atlántico Sur,10 ocultándose su presencia desde los comienzos de la posguerra. Dios en las trincheras. Una visión inédita de Malvinas, de Vicente Martínez Torrens, publicado en 2021 por la editorial Katejón, es el diario de un cura párroco de la Patagonia, que acompañó a las tropas argentinas desde el inicio de la guerra y permaneció allí hasta el día de la rendición. Vale tener presente que muchas de estas obras fueron posibles tras la apertura de los archivos históricos de Malvinas obrantes en el Archivo General del Ejército, área del Servicio Histórico del Ejército, y la creación de la CEM.11 Respecto al Informe final Rattembach de la CAERCAS,12 si bien existieron publicaciones parciales, recién fue expuesto de forma completa y disponible al público gracias al Decreto del Poder Ejecutivo Nacional 200/2012.
La primera corriente se identifica con el fenómeno denominado desmalvinización, que instituía a nivel social una profunda indiferencia e incomprensión acerca del significado y la experiencia de la guerra, implicando incluso el olvido hacia los combatientes que pelearon en Malvinas, utilizado todo ello como escudo protector frente a que determinados sectores sociales, y fundamentalmente el castrense, utilizaran dicha gesta para encubrir sus delitos de lesa humanidad. La última etapa hace referencia a un proceso de remalvinización, de buscar en la guerra de Malvinas una causa que haga de bandera de unión para todos los argentinos y argentinas. Sin embargo, ambos discursos esencialistas y, en parte, hasta dogmáticos, subestimaron el valor simbólico que tuvo y tiene la causa y la cuestión Malvinas en la identidad nacional del pueblo argentino. Ergo, ambos discursos son más retóricos que reales.
10 Desde 2009, un grupo de enfermeras iniciaron una ardua batalla judicial y lograron, con una sentencia judicial de mayo de 2021, que se les otorgue el certificado de veteranía. A pesar de la apelación por parte de la Fuerza Aérea, estas mujeres actualmente son reconocidas judicial y socialmente, como las mujeres de Malvinas.
11 El Fondo CEM reúne la documentación que la mencionada Comisión, creada en 1987, recolectó y utilizó para confeccionar una cronología sobre el Conflicto del Atlántico Sur que pudiera servir a futuras investigaciones históricas y difundiera las acciones del personal de la Fuerza durante la guerra desde la perspectiva de la institución del Ejército. Los documentos que contiene abarcan el período 1978 a 1996 y están organizados en 22 secciones facticias. Gran parte de ellos fueron producidos por el Ejército Argentino durante la Guerra de Malvinas, pero también hay informes, estudios y trabajos que fueron elaborados, con posterioridad al conflicto, por distintos elementos del Ejército y de las Fuerzas Armadas en relación a las actuaciones durante el conflicto. Vale decir que a partir del año 2005 se facilitó la consulta al público interesado, pero, recién en el año 2015 la exposición fue pública.
12 La revista "Siete Días", de Ed. Abril, en sus ediciones Nº 858 y 859 (23 y 30 de noviembre de 1983) le dedicó su tapa y gran parte del número a dicho documento; así salía a la luz de manera extraoficial. El 2 de abril de 2012, 30º aniversario de la recuperación argentina de Malvinas, el Informe Rattenbach fue desclasificado y oficializado por el Gobierno Nacional.
El historiador, como todo ciudadano, pertenece plenamente a este tiempo. Entre la historia y la memoria, se establece una relación simbiótica que se instalan en la agenda pública. Entiende Rousso que la memoria constituye la denominación actual dominante con la que se designa el pasado, no ya de manera objetiva y racional, sino con la idea implícita de que hay que conservar ese pasado (2007). Las razones de esta actitud hay que buscarlas en las formas que adquirió la profesión de historiador luego de la última dictadura cívico militar de 1976-1983. La reconfiguración del campo historiográfico posterior a 1983 se caracterizó por un fuerte cuestionamiento a la politización de la práctica historiográfica en las décadas anteriores. El objetivo era reconstruir la profesión sobre bases científicas, lo que implicó la adopción de una serie de pautas de trabajo rigurosas en consonancia con estándares internacionales, una creciente especialización del repertorio temático, una ampliación del territorio del historiador, un refinamiento del instrumental metodológico y, especialmente, una aspiración de distancia crítica con el objeto de estudio. Así, la reprofesionalización de la disciplina, asentada en la reconstrucción del sistema científico y la estabilidad institucional, condujo a un repliegue de los historiadores sobre su propio campo y a privilegiar la carrera académica y el diálogo con colegas. Salvo aisladas excepciones, sus preocupaciones se concentraron más en la validación de las prácticas vinculadas con la producción de conocimiento que en la potencial utilidad social de ese conocimiento producido. La percepción de numerosos historiadores era que el gran público carecía de interés por la historia, por lo que cualquier esfuerzo en ese sentido era considerado vano, cuando no una pérdida de tiempo (Rodríguez, 2019).
La producción narrativa en Argentina dedicada al conflicto bélico de Malvinas aborda cuestiones de índole social, cultural, política y militar. En estos relatos e interpretaciones, la historia de la guerra de Malvinas se centraba tradicionalmente en conceptos macro históricos que tenían al Estado y a la élite militar como sus ejes. Surgió frente a esta perspectiva la narrativa de experiencias de aquellos que durante años fueron silenciados, escasamente estudiados e incluso negados. Ese cambio implicó también una mutación en el lenguaje, los símbolos y la hermenéutica, que sacó a la historia de la guerra del ámbito estrictamente académico para exponerla en el seno de la sociedad misma, al alcance de todes y, por ende, sujeta a su escrutinio. Se erigió una nueva forma de historia científico-social de la guerra de Malvinas que enfatizó en las estructuras sociales, políticas y los procesos de cambio. La Historia no puede ser disociada de la Memoria, ya que la Memoria es la justificación y legitimación de la Historia. La Memoria colectiva es potencia rememorativa, pero por sí sola no puede ser aceptada como actividad objetivadora ni científicamente orientada. Memoria e Historia no son potencialidades necesariamente correlativas ni antagónicas, son convergentes.
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