Notas sobre economía política y desarrollo desigual
Notes on political economy and uneven development
Gerardo IraciEn estas notas presentamos algunos desarrollos recientes en la economía política comparada en Europa y su recepción en América Latina. Además, evaluamos críticamente estos enfoques y sugerimos “nuevas direcciones” para una crítica de la economía política.
In these notes, we present some recent developments in comparative political economy in Europe and its reception in Latin America. In addition, we evaluate these approaches critically and suggest “new directions” for a critique of political economy.
A inicios de la década del 2000 el estudio comparado de las formas nacionales del capitalismo tuvo la contribución de un enfoque que articulaba aportes tanto de la ciencia política como de la economía. De la primera retomó diversas visiones institucionalistas mientras que de la segunda las teorías del crecimiento endógeno (Coates, 2005) y se conoció con el nombre de variedades de capitalismo (Hall y Soskice, 2001).
Recordemos su contexto de producción: los debates giraban en torno a si las economías nacionales convergerían en un único “modelo” o permanecería la divergencia de las economías nacionales (Amable, 2003). Más de una década después esa discusión parece algo anticuada en tanto que existe acuerdo en que el desarrollo geográfico desigual perdurará (Bruff, Ebenau y May, 2015). Sin embargo, los enfoques institucionalistas en el sub campo de la economía política comparada conservan un nivel de centralidad en Europa (y también en nuestra región), incluso cuando se hayan señalado importantes límites a la hora de comprender el capitalismo. Las críticas realizadas llevaron a una segunda generación de proyectos de investigación que no abandona la base teórica fundamental del enfoque: su énfasis en las instituciones para explicar al capitalismo (Ebenau, Bruff y May, 2015).
Recientemente se han realizado esfuerzos para ampliar el alcance geográfico de variedades de capitalismo e incluir otras regiones como Europa central y del este y América Latina. En términos generales, como se verá más abajo, el uso de las categorías intermedias para el análisis del capitalismo en América Latina fue más o menos cercano a las del enfoque original. La peculiaridad ha sido el posicionamiento de nuevos problemas ausentes en los debates en los países “avanzados”, siendo el de mayor envergadura la persistencia de desigualdades económicas (Ebenau, 2015).
En Argentina la recepción del enfoque se dio a través de la Revista Desarrollo Económico. En el año 2006 se incluyó un dossier en el que incorporaban algunas discusiones y críticas amistosas (Bertoldi, 2006; Dore, 2006; Hall y Soskice, 2006a y b; Regini, 2006). Por su parte, Aguirre y Lo Vuolo (2013) publicaron una reseña de la primera generación de variedades de capitalismo. Teniendo en cuenta que muchas de las visiones del enfoque fueron difundidas localmente (nos referimos principalmente al análisis institucional a la hora de explicar las formas nacionales que asume el capitalismo) esperamos señalar algunos problemas que se pasaron por alto en los trabajos citados más arriba y, además, referirnos a “nuevas direcciones” o dimensiones que se desarrollaron en diálogo crítico con la literatura sobre capitalismo comparado. Permítasenos unas aclaraciones. La primera es que, si bien es cierto que estas “nuevas direcciones” escapan a las preocupaciones originales de variedades de capitalismo (tanto de la primera generación como de la segunda), sí resultan relevantes al momento de entender diversas modalidades de desigualdad en el capitalismo. La segunda es que a lo largo del trabajo nos referiremos indistintamente a variedades de capitalismo, economía política institucional, economía política comparada y capitalismo comparado, en la medida en que, en todos esos casos, la referencia es a las visiones mainstream que basan sus análisis en las formas institucionales.
Las notas se organizan como sigue: primero presentamos la propuesta de economía política comparada para, paso seguido, evaluar algunos de sus aspectos de lo que llamamos primera generación y segunda generación. La última parte presentaremos las “nuevas direcciones”.
La propuesta original (o primera generación) de variedades de capitalismo (Hall y Soskice, 2001; 2006a) es considerada como un programa de investigación que buscaba producir categorías intermedias para el estudio de las economías políticas nacionales (Bruff y Horn, 2012). Sus puntos de partida sostienen que las instituciones son los marcos contextuales en los que los actores, exclusivamente las firmas, coordinan sus actividades. Así, esta vertiente de economía política centra su preocupación analítica en las firmas y en los problemas de coordinación que ellas deben revolver (Hall y Soskice, 2001 y 2006a), perspectiva que es compartida con otras líneas de investigación como, por ejemplo, la de los sistemas nacionales de innovación.
El comportamiento de las firmas es planteado en términos de teoría de juegos postulando una visión relacional. En este marco general, sostendrán que las relaciones que estas establecen son tanto internas como externas. Las cinco esferas institucionales principales en las que deben desenvolverse para solucionar problemas de coordinación son las relaciones industriales, el entrenamiento vocacional y educacional, la gobernanza corporativa, las relaciones interfirmas y las relaciones que se establecen para coordinar las actividades de la fuerza de trabajo al interior de la firma. En la esfera de las relaciones industriales deben coordinar negociaciones salariales y condiciones laborales con la fuerza de trabajo. En la esfera del entrenamiento vocacional y educacional deben resolver el problema de proveerse de fuerza de trabajo con habilidades específicas. En la esfera de la gobernanza corporativa se deciden cuestiones de financiamiento. Además, las firmas deben coordinar actividades entre ellas: vincularse con proveedores, clientes, acceder a tecnologías, etc. Estas actividades las deben resolver en la esfera de las relaciones interfirmas. Por último, las firmas deben coordinar (internamente) las actividades de la propia fuerza de trabajo para alcanzar sus objetivos (Hall y Soskice, 2001; Coates, 2015). Consideran que las naciones resultan comparables y contrastables de acuerdo a cómo las firmas coordinan sus acciones para resolver sus problemas. Vale destacar que la innovación más sofisticada del enfoque es el postulado de que las economías nacionales cuentan con complementariedades institucionales que dan lugar a ventajas comparativas institucionales. Es decir, las esferas institucionales no existen separadas unas de otras sino que “two institutions can said to be complementary if the presence (or efficiency) of one increases returns from (or efficiency of) the other” (Hall y Soskice, 2001, p. 17). Si bien la formulación resulta un poco confusa, lo que está de fondo es que la complementariedad institucional existe cuando un conjunto de instituciones, al articularse, producen resultados agregados (crecimiento económico) más eficientes en el conjunto de la economía. De este modo, al existir una complementariedad institucional que permite mejorar los resultados económicos de las firmas, se genera una tendencia a que cada esfera institucional se refuerce una a la otra y aumente la resistencia al cambio. Por lo tanto, es esta complementariedad institucional -y no simplemente las esferas institucionales tomadas por separado- la que refuerza la estabilidad del conjunto institucional a escala nacional. De esto se sigue que no pueden esperarse cambios institucionales significativos y que, de este modo, la variedad o modelo nacional de capitalismo no cambiará (Aguirre y Lo Vuolo, 2013). Esta conclusión que se sigue de la construcción de categorías intermedias para la comparación de formas nacionales se debe entender en el marco de la discusión que más arriba planteamos: el debate en torno a la “globalización” y el fin del desarrollo geográfico desigual.
Sin embargo, esto fue sumamente criticado y puesto en duda por la historia reciente de Europa (Bertoldi, 2006) en donde las tendencias y los cambios que ocurrían no podían ser adecuadamente explicados por las perspectivas institucionalistas en general y variedades de capitalismo en particular. Diversas críticas amistosas llevaron a una segunda generación de estudios de capitalismo comparado que, reconociendo ciertos límites en la variante institucionalista de elección racional, incluyeron al sociológico, histórico, discursivo u otras variantes estatistas (Ebenau, Bruff y May, 2015). Este movimiento lo discutiremos en la nota 3. Por el momento sigamos con la propuesta original de la economía política institucional.
Los marcos institucionales (y, por lo tanto, las complementariedades institucionales existentes en un espacio nacional) en los que las firmas coordinan sus actividades pueden ser de dos tipos. Estas tipologías son definidas como economía de mercado coordinada (EMC) o economías de mercado liberales (EML). La elaboración de esta tipología dicotómica, según la cual cada país podría incluirse dentro de una de ellas, refuerzan la argumentación de que las economías nacionales no convergerían en un único “modelo” porque las diferencias de cada tipo ofrecen resultados o desempeños económicos nacionales que son similares. Las diferencias, entonces, no se dan en el desempeño económico (crecimiento) sino en que cada configuración institucional presenta un marco adecuado para que ocurran innovaciones tecnológicas diferentes en los sectores de una economía nacional. Según la tipología planteada, cada configuración institucional resulta adecuada y se diferencia en el modo en que las firmas coordinan sus actividades. Las EML se caracterizan por la existencia de financiamiento de corto plazo, mercados de trabajo desregulados, sistemas educativos generalizados y relaciones interfirmas competitivas. Las EMC se caracterizan por financiamiento de largo plazo, relaciones laborales cooperativas, un vínculo estrecho entre las necesidades de las firmas y el entrenamiento de la fuerza de trabajo y alto grado de cooperación interfirmas. Con respecto a las características de las esferas institucionales existentes el resultado es que, si bien diferentes en sus formas, son iguales en cuanto a su competitividad y sustentabilidad.
Dentro de la primera generación podemos incluir a los trabajos de Schneider y otros en torno a las variedades de capitalismo específicas en América Latina. La propuesta que despliega el autor es ampliar la tipología del capitalismo, ya no sólo economía de mercado coordinada y economía de mercado liberal, para referirse a los países de América Latina. Dejando de lado la crítica de Bizberg y Théret (2014) sobre la falta de sensibilidad para reconocer diferencias al interior de América Latina, la cual es pertinente, nos interesa dar cuenta de la innovación conceptual en tanto que propone extender el alcance geográfico de la economía política institucional y propone la existencia de una complementariedad institucional propia de los países de la región (Schneider y Karcher, 2010).
Se postula la existencia de una variedad específica en América Latina que denomina economía de mercado jerárquico (EMJ) caracterizada por el predominio de corporaciones transnacionales, grupos empresarios diversificados y mercados de trabajo segmentados y calificaciones bajas. El efecto de la configuración institucional (y la complementariedad institucional) en la que se desenvuelven las firmas es una fuerte desigualdad económica dada por bajos niveles de negociación colectiva, la presencia de un amplio sector informal y bajos niveles de educación (Schneider y Soskice, 2009).
Una de las características de la complementariedad institucional en estas economías es que los grandes grupos diversificados no basan sus estrategias en un contexto institucional como la economía mercado liberal o la economía de mercado coordinada sino que se mueve en una configuración de instituciones cuya característica es la jerarquía, es decir un tipo de coordinación que se basa en la toma de decisiones de miembros de familias de los grupos o managers sin comprometerse con otras partes interesadas (Schneider y Soskice, 2009). El modo de organización jerárquico se explica por las preferencias de los grupos y lo que impide el cambio hacia alguno de los otros dos tipos de capitalismo es la resistencia a las presiones exógenas (Schneider, 2009).
Como vemos hay algo en común en las explicaciones de los países “desarrollados” como en su extensión para el análisis del capitalismo en América Latina: lo que subyace al argumento es una visión racional-funcionalista. De este modo, las relaciones que existen entre las variables (firmas, instituciones, complementariedades) son de funcionalidad y presuponen estructuras coherentes. Como sostuvo Streeck (2010), esta posición, además de funcionalista, es economicista en tanto que entiende al orden social como un orden meramente económico.
En una línea similar Bonnet y Miguez (2016) se refieren a la racionalidad presente en los usos locales de la idea de “modelos económicos”. La crítica que ellos desarrollan es aplicable a otros enfoques como el -que aquí estamos tratando- de variedades de capitalismo. Señalan que el uso en Argentina de la categoría de “modelo económico” supone que las variables guardan una relación de perfecta racionalidad y coherencia. Por ejemplo, un caso común es la explicación de la desigualdad en el mercado de trabajo en la Argentina que postula una racionalidad entre el nivel salarial y los requerimientos de la acumulación de capital. Este tipo de argumentos funcionalistas son razonables en abstracto, pero dejan de serlo si pretenden que esas abstracciones expliquen el comportamiento de las variables en un caso concreto (para ver la crítica extendida consúltese Bonnet y Miguez, 2016). En definitiva, este es el mismo problema que enfrenta el enfoque de variedades de capitalismo y la categoría intermedia de complementariedad institucional, razón por la cual la acumulación de capital y las desigualdades no pueden ser explicadas sino sólo descriptas, en el mejor de los casos.
Si bien la literatura sobre capitalismo comparado tiene implícita una dimensión geográfica se ha señalado que resulta sumamente problemático teorizar el desarrollo desigual a partir de una metodología nacional-centrada. El nacionalismo metodológico de variedades de capitalismo está estrictamente vinculado con la necesidad de construir categorías intermedias que suponen la coherencia en la escala nacional. A este postulado se le ha criticado, creemos que justamente, el ocultamiento de formas de desarrollo geográfico desigual (Brenner, Peck y Theodore, 2010; Fernández y Alfaro, 2011; Peck y Theodore, 2007; Zhang y Peck, 2014). Formas de desarrollo desigual en escalas urbanas no deben descartar el rol de la escala nacional, sino que se requiere prestar atención al “rompecabezas” de escalas para explicar, precisamente, ese desarrollo desigual. Lo que hace variedades de capitalismo -como así también otros enfoques a él emparentados- es, mediante el postulado de la existencia de una complementariedad institucional, homogeneizar y suprimir las diferencias subnacionales.
Sin embargo, se podría sostener que las regiones y sectores no son homogéneos y comenzar a considerar al espacio nacional como la suma de cada una de esas heterogeneidades. Pero esto no soluciona el problema dado que su carácter funcionalista no sería superado sino trasladado a otras escalas, movimiento que sin mayores problemas pueden realizar estas perspectivas.
El núcleo del problema (y la comprensión de este para superarlo) no es en sí mismo la centralidad que se le otorga a la escala nacional, sino darla por sentado (y reificarla) a través de una mirada metodológica restrictiva desenfocando procesos relevantes que ocurren en otras escalas (Zhang y Peck, 2014) y, así, despreocupándose de cómo ocurre el desarrollo desigual a partir de la construcción de un “rompecabezas” de diferentes escalas (es decir, cómo se relacionan ellas: la global, la nacional y la urbana y también otras. Véase la nota 4.) (Smith, 2008). Esto nos lleva a otro punto que nos parece bastante difundido en la literatura sobre economía en Argentina y que también está presente en variedades de capitalismo: la consideración de que cada economía política nacional está desconectada de lo que ocurre en la economía global. Así, los cambios que no pueden ser explicados se imputan a las presiones provocadas por la intensificación de la competencia global. Esto es un problema que enfrentó el enfoque de variedades de capitalismo. Ante las críticas realizadas en este sentido, vinculadas a la imposibilidad de explicar las transformaciones nacionales, varios autores debieron reconocer sus límites. Sin embargo, no buscaron despegarse de argumentos ad hoc (la externalidad) en la explicación del cambio institucional. Así, la metodología nacional centrada impide comprender las metamorfosis del capitalismo. Este problema es muy similar a los que enfrentan las interpretaciones de la historia económica argentina en las cuales, partiendo de una posición nacional-centrada, el país aparece como la totalidad a estudiar, postulando una dicotomía entre factores “internos” que se oponen a factores “externos” (Ianni, 2011). De nuevo, la relevancia de comprender la articulación de escalas que nombramos, aspecto que es posible realizar en la medida en que se abandona las perspectivas mainstream para analizar al capitalismo.
Como se dijo, la segunda generación de análisis de economía comparada se despega de ciertas rigideces. Uno de los basamentos es (sino el principal) la idea de que las instituciones importan, perspectiva que continúa en los desarrollos más recientes sobre economía política comparada (Coates, 2015).
May y Nölke (2015) sostienen que, en los debates sobre el cambio institucional que se dieron en el marco de variedades de capitalismo, las instituciones son tratadas como cajas negras. Con esta estrategia buscan explicar el cambio institucional desde el propio paisaje institucional. El resultado de las propuestas es ocultar procesos de socialización y relaciones de poder, ocultamiento que es, en definitiva, el límite para construir una explicación sobre el cambio institucional en el capitalismo, la acumulación de capital y el desarrollo desigual. Lo que importa señalar es, entonces, que los enfoques no estudian el capitalismo sino más bien instituciones. Como señaló Bruff (2011) variedades de capitalismo en particular, pero la economía política institucional en general, se asienta sobre un reduccionismo institucional que toma a las instituciones como su punto de partida. Aunque no siempre de modo explícito, siempre está la idea de que las instituciones son las fundantes de la vida social. Esto implica desconocer que las variedades del capitalismo son, principalmente, variedades en el capitalismo. O, en otros términos, que las instituciones existen bajo condiciones capitalistas y que, por lo tanto, no son la fundación de la vida social sino, más bien, están fundadas en la vida social, bajo relaciones sociales particulares.
La lectora o el lector podrá reconocer en los pilares de variedades de capitalismo algunos argumentos más difundidos localmente: la ilusión de una exterioridad de la economía nacional y el “resto del mundo”, el funcionalismo o el fetichismo institucional son sólo tres de ellos. Las razones para abandonar las perspectivas mainstream sobre economía política comparada, como argumentó extensamente y en relación también a otros aspectos Cammack (2011), son justificadas y, a la vez, necesarias para comprender las desigualdades en el capitalismo contemporáneo. No está de más señalar que las críticas al enfoque de economía política institucional realizadas, a la vez, fueron contrastadas con la construcción de otras categorías intermedias para el análisis del capitalismo, tanto por los autores citados como también por otros que no se involucraron (al menos de un modo directo) en la discusión. No se puede considerar que exista una única salida de las propuestas mainstream y no es la intención retomar en estas notas alguna de ellas en particular.
Sí, en cambio, nos gustaría retomar otra de las “nuevas direcciones” que considero de suma relevancia comentar, direcciones que podríamos llamar dimensiones ausentes en la economía política mainstream y que enfocan otras cuestiones como los discursos, las relaciones de clase, las relaciones de género, el espacio y las escalas, la nación, etc. (Bruff, Ebenau, May, 2015). Nos referimos sobre el desarrollo geográfico desigual en la nota 2 por lo que ahora señalamos brevemente sólo una más. Aunque, claro, es necesario reflexionar sobre las otras nombradas, retomamos aquí a la relación entre género y capitalismo. Creemos que este diálogo es necesario en la medida en que el trabajo doméstico, la reproducción social, las diferencias en el mercado de trabajo, entre otros, plantean algunas cuestiones interesantes (y, a decir verdad, también ausentes no sólo en las diversas perspectivas de economía política mainstream, al menos en Argentina). ¿Cómo las políticas macroeconómicas afectan diferencialmente a hombres y mujeres?, ¿cuál es la relevancia de la escala de la vivienda? (Lux y Wöhl, 2015) son algunas de las preguntas que serían interesantes pensar para la crítica de la economía política. Claro que para esta tarea es necesario comprender la relación compleja entre género y capitalismo (véase el interesante debate reciente en las páginas Viewpoint Magazine: Arruzza, 2015 a y b; Farris, 2015; Manning, 2015; Oksala, 2015), la relación entre desarrollo desigual y la formación de los cuerpos, cómo este es formado y da forma al desarrollo desigual del capitalismo (véase Rioux, 2015), entre otras cuestiones.
En estas breves notas planteamos algunos problemas y límites de las categorías intermedias de la economía política institucional para explicar las formas nacionales que asume el capitalismo: el funcionalismo, la homogeneización de las diferencias geográficas y la consideración de que las instituciones son fundantes de la vida social. Al tiempo que reseñamos esos problemas señalamos algunas “nuevas dimensiones” menos difundidas en Argentina. Dos de ellas nos parecen de suma relevancia (aunque, como se ha visto, no son las únicas). El desarrollo geográfico desigual y las relaciones de género en el capitalismo tienen una importancia central para la crítica de la economía política, dimensiones que requieren una reflexión teórica colectiva que estas notas esperan motivar.
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