Antiguos y nuevos pobladores: figuraciones en el proceso de evolución social ushuaiense
Old and new settlers: figurations in the process of Ushuaian social evolution
Natalia ToselloEste trabajo presenta una aproximación a las relaciones sociales construidas en la ciudad de Ushuaia, Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur (TDF), Argentina, recuperando como marco teórico principal algunas conceptualizaciones de Norbert Elías, desarrolladas en el texto original en alemán WasistSoziologie? publicado en 1970 y traducido al castellano por Gustavo Muñoz bajo el título Sociología Fundamental (Elías, 2008). Dentro del proceso en el que se desarrollan los vínculos sociales en esta localidad en particular, se han definido algunas dimensiones a ser abordadas a fin de guiar la reflexión: antiguos y nuevos, los elementos característicos de las figuraciones en Ushuaia; la figura del duelo presente en las relaciones sociales y la relevancia del debate en torno a la identidad fueguina en dicha ciudad.
Estas tres dimensiones, interrelacionadas como perfiles de un mismo objeto, se comprenden en tanto ejes transversales del proceso de configuración fueguina. A fin de observarlas, se utiliza, también como marco de referencia, el artículo Migración e identidad: el caso de Tierra del Fuego de Mariano Hermida, Mariano Malizia y Peter van Aert (2016), cuyas preocupaciones se aproximan a la perspectiva que se intenta explorar. Además, se apela a la experiencia propia de quien escribe, con 7 años de residencia en la ciudad, y se toma como fuente discursiva una entrevista realizada para este análisis a una integrante de la «Comisión de Antiguos Pobladores», en función de hallar un contrapunto entre lo observado y la visión que expresa este grupo sobre la temática.
Ushuaia es una ciudad joven, sus inicios datan de 1884. TDF fue la última provincia argentina en dejar de ser Territorio Nacional —recién en 1990— y sus cualidades geográficas, demográficas, económicas y políticas difieren de aquellas desarrolladas en las provincias del centro o norte del país. Una de estas particularidades es la alta movilidad poblacional que, entre otros factores, conlleva a construir figuraciones determinadas por la condición de antiguo o nuevo poblador, ligadas a la constante interrupción de las relaciones sociales y a la consecuente incidencia en la conformación del «ser fueguino» y su identidad.
En este orden, Hermida et. al (2016, p. 35) expresan:
Desde la promulgación de la ley de promoción industrial en 1972 y sus posteriores procesos de implementación, Tierra del Fuego ha vivido un proceso de alto crecimiento demográfico basado principalmente en los flujos migratorios internos. En 2010, momento del último censo nacional, los datos arrojan que cerca de dos tercios de la población (65.1%) no eran nacidos en Tierra del Fuego. Este hecho, sumado a una alta movilidad poblacional relativa, se traduce en una matriz poblacional dinámica y heterogénea.
El Instituto Nacional de Estadística y Censos (2015, p. 110) estima que el número de habitantes en la ciudad en 2018 era de alrededor de 73 mil, mientras que en el total de la provincia la suma ascendía a cerca de 165 mil. La tasa de crecimiento anual medio del territorio se incrementó notablemente en la década del 80 como consecuencia del efecto buscado con la promoción industrial iniciada en los años 70 (Farías y López, 2016). La gran mayoría de los radicados en la provincia, de acuerdo con la elaboración propia de Hermida et. al. (2016, p. 10) en base a Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas de 2010, son migrantes nacionales, mientras que los inmigrantes extranjeros alcanzaban en ese año el 8,6% de la población. Estos últimos provienen mayormente de Chile y de otros países de la región (Hermida et al., 2016, pp. 43-46).
Según indican Farías y López (2016, p. 17) otra característica particular de TDF es que existe una tasa en ascenso de la natalidad debido a que la población migrante se concentra en edades reproductivas. Al mismo tiempo, se observa un descenso sostenido de la tasa de mortalidad desde mediados del siglo XX. La explicación al fenómeno se encuentra en que el movimiento poblacional funciona en ambas direcciones:
[...] mientras que en el período que va desde 2001 a 2010 el crecimiento fue de 26.126 habitantes, aproximadamente 49.000 personas inmigraron y emigraron de la provincia. Por lo cual, el movimiento poblacional implicó casi al 50% de la población inicial de la provincia en dicho período. (Hermida et al, 2016, p. 46)
De acuerdo con una gacetilla de prensa difundida recientemente a través de medios locales1 la Dirección General del Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas indicó, a través de un informe, que durante el año 2018 se registraron un total de 7037 nuevas radicaciones en la Provincia, mientras que 4972 personas la abandonaron.
En este orden, Hermida et al. (2016, p. 46) postulan: «No es difícil anticipar que, [...] un movimiento poblacional de esta envergadura incide en los procesos de conformación de la estructura social, cultural y hasta, podríamos pensar, en los procesos de construcción de identidades».
1Entre otros portales digitales, puede encontrarse en https://ainnoticias.com/2019/01/04/boletin-de-prensa-1486/
En la presente reflexión resulta oportuno el uso del concepto de figuración expresado en las ideas de Elías (2008, p. 154) que remite a la interrelación existente entre individuos en la conformación del proceso social que estudia la Sociología,2 alejándose de las categorías antagónicas de «individuo» y «sociedad». Este proceso evolutivo de una sociedad no es lineal ni ascendente, implica un camino de avances y retrocesos y es ejemplificado pedagógicamente por este teórico a partir de la figura del juego:
Lo que se entiende aquí por figuración es el modelo cambiante que constituyen los jugadores como totalidad, esto es, no solo con su intelecto, sino con toda su persona, con todo su hacer y todas sus omisiones, en sus relaciones mutuas. Como se ve, esta figuración constituye un tejido de tensiones. La interdependencia de los jugadores, que es la premisa para que constituyan entre sí una figuración específica, es no sólo su interdependencia como aliados sino también como adversarios. (Elías 2008, 153)
En esta contienda entre rivales, se lee en Elías (2008, p. 153), «se reconoce mejor el carácter de una figuración como tejido de juego en el que puede existir una jerarquía de varias relaciones “yo” y “él” o “nosotros” y “ellos”». Es aquí, entre estas formas específicas en las relaciones, que cuentan como características propias de una estructura social, donde se produce el juego de tensión fluctuante: «la oscilación de un balance de poder, que se inclina unas veces más a un lado y otras más a otro», dice Elías (2008, p. 156).
En la sociedad fueguina, incluso de manera más marcada en la ushuaiense, es posible encontrar dos grupos diferenciados y contrapuestos: los antiguos y los nuevos pobladores. A partir de esta simple determinación se sostienen las cambiantes posiciones de poder en su mutua dependencia (Elías, 2008, p. 153).
Hermida et al. (2016, p. 47) en referencia a la figura del antiguo poblador señalan:
Los residentes que conforman este grupo pueden o no ser nacidos en la provincia; pueden o no ser ciudadanos argentinos. A este grupo se les reconoce ser los pioneros o forjadores de la historia reciente de Tierra del Fuego. El límite entre aquellos considerados “Antiguos Pobladores” y aquellos que no detentan este reconocimiento es una zona en continua disputa. 3
Con referencia al último punto es posible señalar que la Comisión de «Antiguos Pobladores» organiza aún junto a la Municipalidad de Ushuaia 4 una cena anual de la que muchas personas desean participar. Uno de los criterios tomados en cuenta para la invitación es el año de llegada de la familia en cuestión —hasta 1950 y se suma un año cada año calendario— siempre que la permanencia de la familia en la Isla no se haya interrumpido.
Como ejemplo de la diferenciación enunciada por este grupo, vale atender a las palabras de Adriana 5 (Comunicación personal, octubre de 2018), de 69 años, nacida en Ushuaia cuando relata: «Íbamos con pollera, con media tres cuarto y zapatos a la escuela, con lana, porque nos tejían, usábamos los mismos paños de la ropa militar. Yo me burlo de los actuales cuando dicen "se perdió (en la montaña) porque no tenían ropa adecuada”».
2Las sociedades, en esta línea, son «figuraciones de individuos Interdependientes» (Elías 2008, p 173), al menos según la traducción realizada por Muñoz sobre el texto escrito en alemán por Norbert Elías.
3También Hermida et al. (2016, p. 47) se detienen en la distinción de otras categorías que no resultan de utilidad este análisis pero que dan cuenta de la complejidad de las figuraciones sociales generadas a partir de la permanencia: «La categoría “Venido y Quedado” incluiría a aquellos inmigrantes que no son considerados Antiguos Pobladores. En general, se refiere a aquellas personas que integraron las oleadas migratorias producidas fundamentalmente durante la década del 80, cuando la provincia recibió el impacto migratorio más fuerte de su historia. La categoría “Recién llegado”, solo se diferencia de la anterior porque distingue a los inmigrantes de radicación “reciente”, siendo esta una valorización que carece de ubicación temporal precisa y cuyos límites se redefinen constantemente en las relaciones interpersonales. Finalmente, la categoría “Nacido y Criado” distingue a los nacidos en la provincia de la población inmigrante. Existen, bajo esta categorización, residentes que son tanto “NyC” como “Antiguos Pobladores”, por lo que aquellos que poseen membresía en ambos grupos pueden optar, según el contexto en el cual operan, por la adscripción más beneficiosa».
4Aunque la modalidad ha sido imitada en algunas oportunidades por el Gobierno de la Provincia y también en el Municipio de Río Grande, donde la incidencia social de los antiguos es menor que en Ushuaia.
5Se ha decidido la utilización de un psudónimo debido a la sensibilidad provocada por la temática.
Durante el diálogo con Adriana es posible notar, además, un menoscabo constante a los recién llegados atravesado por el sentimiento de «amenaza» que ellos le representan:
El objetivo de la Comisión de antiguos pobladores es más que nada revalorizar nuestras raíces, nosotros nos sentimos que nos van invadiendo y nos van borrando. Creemos que tratan de borrarnos, creemos que todos ustedes que son muy jóvenes y que hay poquísimos a los que les interesa la historia de los mayores. Nosotros estamos siempre molestando con la historia de los antiguos pobladores para que sean reconocidos, es por eso que logramos ese monumento —en referencia al monumento a los Pioneros y Antiguos Pobladores inaugurado en 2017 en la Plaza Cívica de la ciudad—, y ese monumento nos dio más pie a que las familias del ayer se conglomeraran se juntaran más. Eso y el interés que tienen de juntarse en la cena de los antiguos pobladores que para los grandes es un ritual.
Lo que Elías denomina fuerza relativa de juego es lo que precisamente se disputan entre antiguos y nuevos pobladores. Solo que los antiguos se mueven en grupos grandes y en redes de relaciones que los interconectan en los diferentes aspectos cotidianos mientras que los nuevos «juegan» en un principio con un perfil, si se quiere, más individual —aunque, obviamente nunca dejan de ser individuos interdependientes— o en grupos pequeños, en la búsqueda de relaciones que los remitan a sus lugares de origen.6 Con el correr del tiempo, las relaciones sociales de los nuevos suelen crecer al punto de modificar esa relación de poder. Suelen generarse, por ejemplo, los denominados «contactos», una especie de aliados en el juego, que pueden ser útiles en determinadas situaciones: desde conseguir trabajo hasta inscribir a un niño en una escuela pública o privada. No significa que este tipo de relaciones entre individuos no existan en otras sociedades, en especial en la Argentina, pero en TDF se vuelve mucho más palpable.
En tanto, a la vez que la ciudad y la provincia se transforman y crecen, también en su número de habitantes, los antiguos intentan resistir ese cambio en las fuerzas de juego a partir de diversas estrategias que incluyen, por ejemplo, la solicitud del monumento (a Pioneros y Antiguos Pobladores, antes nombrado por Adriana) y el registro de los descendientes de las familias pioneras y sus contactos. Así lo visualiza Adriana:
Como es una ciudad joven todavía vemos muchos del ayer, entonces nosotros siempre decimos: estábamos como los “Ingalls” y hoy estamos con esto —en referencia al aparato celular—. Antes leíamos un diario cada 6 meses. Nos hubiesen borrado totalmente si nosotros no insistiésemos.
En este orden, en Elías (2008, p. 206) puede leerse:
Pues la evolución social, si es que significa algo, remite a una transformación en el carácter y en la relación entre las posiciones sociales ocupadas por los diversos grupos de personas. Significa siempre y de manera irremisible que, en el curso de la evolución, determinadas posiciones sociales o grupos de posiciones pierden parcial o totalmente la función que ocupaban en el interior de una interrelación funcional, al tiempo que aumenta la importancia en el conjunto de la sociedad de las funciones de otras posiciones antiguas o también de grupos de posiciones nuevos.
Lo que se pone en juego entre este «nosotros», los antiguos, y «ellos», los nuevos, es precisamente la distribución del poder. De esta manera, el recién llegado pronto entenderá que los círculos sociales se cierran en núcleos precisos y comenzará a tejer nuevas relaciones con otros ciudadanos, en diferentes ámbitos, que determinarán, probablemente, su tiempo de permanencia en la isla. Las figuraciones son cambiantes como el flujo del río al que alude Elías, condicionadas en este caso por el movimiento migratorio: en pocos años quien recién llegue también será «otro».
Al mismo tiempo, la clasificación según la permanencia que delimitan el «nosotros» y el «otro» como una forma de jerarquización social (Hermida et al., 2016, p. 34) se observa de forma más consciente en los antiguos que en los nuevos. Hermida et al. (2016, p. 36) hacen hincapié en la legitimidad institucionalizada de esta situación:
Tal como sostiene Elías (2003) en su Ensayo acerca de las relaciones entre establecidos y forasteros, la “procedencia” y/o el tiempo de “permanencia” en determinado territorio se presentan regularmente como criterios delimitantes entre grupos sociales asimétricos. Estos criterios son naturalizados y terminan funcionando como categorías explicativas de las acciones de ciertos grupos o individuos. Estos argumentos presentes en el discurso cotidiano de los habitantes de Tierra del Fuego, se despliegan (directa e indirectamente) desde los medios de prensa, en declaraciones de funcionarios públicos e incluso desde las propias instituciones a través de ordenanzas y reglamentaciones en las cuales subyace el criterio de “permanencia en el territorio” como fundamento central de legitimidad. [...] Son categorías políticas legitimadas que jerarquizan el acceso a los recursos elementales como la vivienda [...] categorías sedimentadas en las representaciones y prácticas sociales que producen sentido a nivel local y establecen las condiciones de posibilidad para la construcción de hegemonía.
En suma, en el desarrollo de la sociedad fueguina en general, ushuaiense en particular, es posible hallar una forma de organización social que se reproduce a sí misma y en la que los nuevos de hoy probablemente reclamarán obtener más derechos que los recién llegados de la década entrante.
Es perfectamente posible que grupos de personas que en su disposición consciente traten de asegurar el mantenimiento y la preservación de la figuración existente, refuercen con sus actos precisamente las tendencias de cambio de esta. Es igualmente posible que grupos de personas que busquen conscientemente el cambio, refuercen precisamente las tendencias a la permanencia de su figuración. (Elías, 2008, p. 175).
Elías, plantea entonces, que este juego en las relaciones de poder entre figuras contrapuestas forma parte de la continuación necesaria en toda sociedad:
Comte hizo por el desarrollo de la sociología mucho más que darle nombre. Como cualquier otro pensador siguió trabajando a partir de lo que otros habían elaborado antes que él. Podemos prescindir del aburrido debate de qué ideas de Comte fueron tomadas de Turgot, de Saint-Simon y otros y cuáles de sus ideas son “completamente originales”: ningún hombre inicia nada; todos somos continuadores. (Elías, 2008, p. 38)
La frase hace referencia al progreso científico, sin embargo, bien puede valer para el proceso de desarrollo de cualquier sociedad, en este caso para la ciudad de Ushuaia. La permanencia de un residente, aunque sea solo unos años, modifica a esta sociedad, sostiene sus relaciones de tensión. Los antiguos no serían tales sin los nuevos, ni viceversa.
6«El crecimiento del número de jugadores puede conducir a una desintegración del grupo de juego. Se fracciona en un cierto número de grupos más pequeños. Sus relaciones mutuas pueden asumir dos formas distintas. O bien los grupos fraccionados se alejan más y más unos de otros, con lo que cada grupo jugará a partir de entonces de manera totalmente independiente de los demás, o pueden formar una nueva figuración de pequeños grupos interdependientes, cada uno de los cuales juega por su cuenta un juego más o menos autónomo, siendo al mismo tiempo todos ellos rivales entre sí que buscan unas determinadas oportunidades igualmente apetecidas por todos» (Elías, 2008, pp. 99-100).
La relación entre las personas, desde el punto de vista afectivo y no meramente sexual, es «una de las interdependencias universales que vinculan socialmente a los hombres» (Elías, 2008, p. 160). Tal como se adelantó más arriba, el 50 % de la población de Ushuaia se recambia cada 10 años con el consiguiente quebrantamiento de las relaciones sociales edificadas entre los pobladores; generando para muchos de ellos un doble trauma: el del desarraigo inicial de su lugar de origen y las frecuentes «pérdidas» de los nuevos amigos cuando estos retornan a su provincia de origen.
Es muy común observar grupos de amigos migrantes que comienzan a desmembrarse con la partida de alguno de sus integrantes. No pareciera suceder lo mismo con los extranjeros que aquí se radican, quienes suelen echar raíces y quedarse. De hecho, el origen de la mayoría de las familias de antiguos pobladores es extranjero, tal como en el resto del país, solo que cuando comenzó a poblarse Ushuaia, muchas ciudades de Argentina ya contaban con historia propia.
En relación con el duelo, en el texto citado de Elías (2008, p. 161), en este caso sobre el sobreviviente y la persona querida, se explica:
La muerte de esta última significa que aquel pierde una parte de sí mismo. Una de las valencias de la figuración de sus valencias satisfechas e insatisfechas la había fijado en la otra persona. Y esta persona ha muerto. Una parte integral de sí mismo, de su imagen en términos de «yo y nosotros» desaparece también. La valencia así fijada resulta arrebatada. No se modifica con ello solo la figuración específica de las valencias del superviviente; también varía con la muerte de la persona querida el equilibrio de todo su entramado personal de relaciones (la negrita es nuestra). Tal vez la relación con otra persona que anteriormente tenía un puesto marginal en el entramado personal de relaciones del superviviente, en la figuración de sus valencias, adquiera ahora una intensidad emocional de la que carecía antes. Tal vez la relación con otros, que quizá tenían para el superviviente una función específica como catalizadores o como figuras marginales y amistosas en la relación con la persona muerta, puede llegar ahora a enfriarse.
Está claro que lo que se intenta hacer en este escrito es una analogía entre la pérdida sufrida por los habitantes de Ushuaia a partir del constante recambio poblacional y no una referencia a una muerte real. Desde este punto de vista, es posible entender a la reconfiguración constante de las relaciones sociales como una causa determinante de la desconfianza y del rechazo del antiguo poblador hacia el nuevo y parte de su marcada personalidad «fueguina».
Al respecto, desde su perspectiva de ushuaiense, Adriana analiza:
Yo digo que la gente viene a Ushuaia porque siempre se la creyó la “isla de la fantasía”, que acá la plata abundaba y que todo el mundo se hacía rico. Cuando llegan se chocan con una realidad que no es tal pero el que logra acomodarse, porque la verdad todos vienen y trabajan en las escuelas o en el Gobierno, entonces el que logra acomodarse, que trabaja, hace su economía como quien dice, termina, se jubila, y al día siguiente sacó el pasaje y se fue al diablo y no le importó nada nuestra ciudad ni lo que le brindamos ni lo que tuvieron ni nada, no valoran nada, no se arraigan, ese es el problema, la gente viene y no se arraiga.
Y ante la pregunta acerca de las causas que impiden el arraigo de los nuevos, responde:
—Porque viven añorando todo el tiempo ¡Ah que en Buenos Aires, Ah que en Córdoba, Ah ... no valoran lo que tienen, la gente hoy no valora nada. —Pero también mucha gente que nace en Tierra del Fuego se va... —Son muy pocos, yo digo que generalmente son de los que vienen. Si hacés una estadística de los antiguos, los antiguos siguen estando, los que se van son los hijos. ¿Por qué se van los hijos? Porque en nuestros años no teníamos para estudiar, había que emigrar para estudiar, cuando vos emigrás para estudiar, viviendo como los “Ingalls”, imaginate llegar a la urbe... entonces no querés regresar... —¿Notás algo en la personalidad de la gente que viene? —Es que como la gente se desarraiga para venir, ¿no es cierto? después está todo el tiempo con que extraña a la familia, con que extraña esto, que extraña lo que dejaron y no les dan lugar a valorar lo que tienen hoy y hace que estén siempre añorando y ese añoro se lo trasladan a los hijos y después los jóvenes se quieren ir y muchos no vuelven.
En estas palabras es posible observar cómo para los antiguos los recién llegados cargan consigo altas probabilidades de «volverse», y, por tanto, no resultan bienvenidos. Adriana lo enuncia sin reparos y se autocalifica:
—como los antiguos son buenos fueguinos, son antisociales. Creo que se debe a que éramos pocos, nos conocíamos mucho entonces no se acepta al que viene, se desconfía. "Antisociable" para mí es el fueguino, es desconfiado.
En esta definición, acuñada por una «fueguina», se expone el discurso que construye la figura del fueguino en el imaginario social. Una sociedad que valúa a los individuos por los años de permanencia y por el apellido que se porte. Como ejemplo de ello puede analizarse en el texto conocido como «El libro del Centenario» (Canclini, 1984), la preponderancia que adquieren las «antiguas familias» en las 260 páginas utilizadas para describir a 46 de ellas.
Desde el surgimiento de Ushuaia, con el acta de creación de una Subrefectura en 1884, la población creció significativamente a través de los años. Hacia 1895, según el Censo Nacional (Canclini 1984, p. 548), Tierra del Fuego contaba con 477 habitantes entre los sectores rurales y los pequeños poblados. Alrededor de la mitad de las familias pioneras eran extranjeras, llegadas de: España, Italia, Austria, Inglaterra, entre otros orígenes. Lo que no cuenta este censo es la cantidad de pobladores originarios de la isla: selknams (al norte) y yaganes (al sur), entre otros grupos originarios que habitaron el territorio —hoy compartido con Chile— por más de 6 mil años.
Ya en 1902, con la construcción de la Cárcel de Reincidentes —que cerró sus puertas definitivamente en 1947—, las familias pioneras comenzaron el contacto con los presidiarios: algunas de ellas adquirían sus artesanías y/o trabajaban en el penal. En 1920 con casi 2200 habitantes en el Territorio, alrededor de 500 de ellos eran presos en Ushuaia.
Tal como se ha dicho en el comienzo de este texto, la principal ola migratoria se produjo luego, en los años 70, a partir de la sanción de la ley 19640, que generó diferencias impositivas entre la Provincia y el resto del país.
Es posible afirmar, entonces, que los orígenes de Tierra del Fuego, en particular de Ushuaia, fueron elaborados no solamente desde la multiculturalidad y sus consecuencias, sino también sobre la base del dominio estatal de la fuerza y los impuestos, en este caso liberando a los residentes de la Provincia de cargas impositivas tales como ganancias, bienes personales e IVA. Esta reflexión se relaciona con lo comentado por Claudio Canaparo (2018) cuando expresa: «Weber (Max) definía al Estado como aquella entidad que tenía el monopolio legítimo de la violencia y Elías, en ese sentido, dice que está de acuerdo pero que él agregaría además el monopolio de la imposición, es decir, de los impuestos».
Las ganancias generadas por cada individuo —evidenciadas en autos, viviendas, acceso a pasajes aéreos— son evaluadas por los residentes a partir de los años de permanencia; como si el beneficio impositivo fuese un determinante para el enriquecimiento, más que la formación, experiencia o bienes previos del migrante. Por este motivo es que se habla de «la isla de la fantasía» ,7 por la construcción en el imaginario fueguino de que la «gente» solo viene a enriquecerse, esta creencia también es parte de cómo los residentes fueguinos ven a la otredad, y, en cierta medida, a sí mismos.
De cualquier modo, el rasgo multicultural no es privativo de la provincia más austral de la Argentina, sino que forma parte de las sociedades patagónicas. Mientras que en provincias del centro y norte del país —a excepción de la de Buenos Aires— es común encontrar solamente asociaciones de extranjeros, del tipo: «Sociedad Suiza», «Sociedad Italiana», «Alianza Francesa»; aquí también pueden encontrarse asociaciones de residentes formoseños, jujeños, entrerrianos, etc. Es decir que la cultura de las actividades cotidianas, creencias, forma de alimentación y arte, entre otros elementos culturales se conjugan en una isla remota en una doble descendencia identitaria, primero la de los extranjeros inmigrantes distribuidos en Argentina y luego, de los migrantes de otras provincias.
7Nombrada también por la entrevistada.
Entre los chascarrillos locales hay uno que recuerda a un diputado de Tierra del Fuego que solía decir: «nosotros, los fueguinos” con una marcada tonada cordobesa. Esta perspectiva hace pensar entre la población que no hay una identidad propia de la provincia,8 lo cual contribuye a «establecer y sostener ciertas categorías de identificación, clasificación y jerarquización social» (Hermida et al., 2016, p. 34). La respuesta de Adriana acerca de la existencia de una identidad fueguina refuerza lo recién establecido:
— ¿La verdad? No, es una mezcolanza de cosas. — Y una mutación constante... — Creo que es un conjunto de cosas, no tenemos algo que sea nuestro, no tenemos nada. Lo que es nuestro es la tranquilidad, los paisajes. La cultura es una mezcolanza [...].
En este sentido, Hermida et al. (2016, p. 52), luego de analizar el arraigo en la Provincia concluyen:
[...] Así construida, la apropiación de la categoría “fueguino” como categoría de identidad, debe entenderse como un atributo social relativo que no necesariamente implica una apropiación del lugar en términos de arraigo y de construcción de lazos sociales. Así, la permanencia, esencializada desde las representaciones sociales, y formalizada desde las normas institucionales, parecería diferenciarse de un sentido de pertenencia fundado en el arraigo, mientras que se presentaría como un recurso que promueve la jerarquización social refrendada en la distribución desigual del poder.
El debate de la identidad no pretende ser agotado en este ensayo, solamente cabe identificar las cinco cuestiones predominantes recién mencionadas que bien pueden ser parte del «ser fueguino»: las fuerzas represivas del Estado —preponderantes por tratarse de una zona de importancia geopolítica e incluir a las Islas Malvinas, lo cual, además, influye fuertemente en un sentimiento patriótico de resguardo del territorio—; la tasación nacional diferenciada para la Provincia, también incluso, usualmente sobrevalorada por la población del resto del país —los precios de los bienes resultan similares o incluso más caros que en otras regiones debido al transporte—; la multiculturalidad migratoria como un factor sobresaliente en los elementos culturales cotidianos; la dificultad de generar nuevas relaciones que presenta el fueguino —posiblemente ligado a la desconfianza ante la constante pérdida— y, en quinto lugar, tal como afirman Hermida et al., la categoría de permanencia como criterio utilizado en la distribución desigual del poder —manifestado en la rivalidad entre antiguos y nuevos pobladores—.
Las interrelaciones aquí expuestas, tal como se ha señalado, tienen condiciones similares al resto de la Patagonia, pero con una intensidad potenciada, con la que se ha logrado institucionalizar la permanencia como un criterio legitimado de jerarquización social; con las características de ser una isla dividida entre dos naciones (Argentina y Chile) y, como también se ha dicho, con la cercanía a las Islas Malvinas, lo cual genera un efecto patriótico en la ciudadanía sumado a la exención fiscal y al origen militar también forman parte de su particularidad.
8«Otro elemento que aparece recurrentemente en el imaginario local, refiere al tema de la “identidad fueguina”. Esta pareciera manifestarse en dos formas valorativamente opuestas: por la negativa se sostiene la imposibilidad de considerar elementos de una identidad propia (de Tierra del Fuego) apelando a la matriz mayoritariamente “no-fueguina” que conforma la población local, la cual es asociada a una diversidad de formas culturales que volvería imposible (al menos en el futuro cercano) la existencia de rasgos culturales propios de un supuesto “ser fueguino”. Por la positiva, se hace referencia a la “identidad fueguina” apelando a esa misma diversidad: la peculiaridad de la provincia vendría dada por la yuxtaposición de las más variopintas formas culturales del país -y la región-, recordando la reiterada metáfora nacional del “crisol de razas” remozada en un nuevo tipo de crisol cultural», escriben Hermida et al. (2016, pp. 36-37).
Dentro del proceso en el que se desarrollan las figuraciones sociales en Ushuaia, hemos abordado someramente tres de sus dimensiones: antiguos y nuevos pobladores, en tanto partes de un juego necesario para la continuación social; la figura del duelo, como determinante de la desconfianza y el rechazo de los viejos hacia los nuevos pobladores y el debate en torno la identidad fueguina. Sobre esta última hemos identificado 5 características: la preponderancia de las fuerzas represivas del Estado; la diferenciación en la tasa nacional; la multiculturalidad migratoria como rasgo de la cotidianeidad; la dificultad del fueguino en generar nuevos vínculos y la categoría de permanencia en tanto criterio de distribución desigual del poder.
Con todo, en Ushuaia se evidencia, entonces, un proceso de evolución social cuyo equilibrio de poder se regula a partir de las relaciones de fuerzas construidas en la rivalidad antiguos/nuevos pobladores como parte fundamental de su estructura, debido, entre otros elementos a su característica movilidad poblacional.
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